Anina

o de «Cómo la letra con sangre no entra»

©Enrique Martínez-Salanova Sánchez

 

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«Me llamo Anina Yatay Salas, tengo 10 años y estoy metida en un lío de novela»; así empieza la película Anina.

«Anina» es una película de dibujos animados, sobre la escuela y sus entresijos, ambientada en Uruguay. Reproduce una escuela como casi todas las escuelas del mundo, en el que hay maestras más duras y más amigables, junto a otras que solamente vigilan y que tienen como norma que "la letra con sangre entra". En esa escuela se desarrollan las aventuras de Anina, la protagonista de la historia, que por afición o capricho de su padre, tiene un nombre palíndromo, es decir, «de ida y vuelta», que le trae bromas y disgustos y alguna reprimenda. En la escuela pasan sus jornadas Anina, sus compañeros y compañeras, entre juegos, explicaciones, aprenderes y castigos. El recreo es un lugar de convivencia y de problemas, en el que niños y niñas desarrollan su creatividad y a esquivar la vigilancia de las maestras.

También está su casa, con su papá que, por eso de educar, inventa cosas nuevas que no convencen a Anina, y su mamá, más abierta, o las vecinas, que intentan entrometerse en la educación paterna y materna, con la idea de hacer mucho más dura su existencia.

Y sobre todo están los sueños, que marcan la noche y las pesadillas de Anina, llenos de música truculenta y canciones de pesadilla, que repiten sin cesar los miedos de Anina y las incongruencias de una escuela obsoleta.

Y además está el sobre negro que, como castigo, les dio la directora, lacrado, con un mensaje que....

Anina combina momentos de horror, las pesadillas, momentos de intriga, los intentos de Anina por ver lo que hay en el sobre negro de su rival, momentos de humor, en el patio de la escuela, en su casa...

Vi la película en el 19 Festival Internacional de cine para niños... y no tan niños, que organizó La Matatena AC, en agosto de 2014, en México. De esa experiencia y de la información básica que he tomado de la página oficial de "Anina", de entrevistas al director, de reportajes, de críticas realizadas con motivo de su estreno, y de mis propias reflexiones he construido este segmento de la Web Cine y educación. Las introducciones y las opiniones personales, por lo tanto, son mías. Animo a ver la película, a trabajarla en las aulas, con profesores y alumnos. Cuando yo la pueda trabajar, volcaré mis experiencias en este mismo sitio, acumulando pareceres y opiniones do otra gente experta.

 


Hablo de Anina


Vi el film Anina por primera vez en el Festival de Cine de La Matatena, en México. La busqué después, pues me había llamado mucho la atención por sus temática y por los espléndidos dibujos animados.

Anina es una preciosa película uruguaya de dibujos animados de Alfredo Soderguit, de 2013. «Me llamo Anina Yatay Salas, tengo 10 años y estoy metida en un lío de novela»; así empieza la película Anina. Trata de la escuela y sus entresijos, ambientada en Uruguay. Reproduce una escuela como casi todas las escuelas del mundo, en el que hay maestras más duras y más amigables, junto a otras que solamente vigilan y que tienen como norma que "la letra con sangre entra". Además, Anina es un palíndromo, como muchas cosas que ocurren en la película.


Anina


Uruguay. 2013. 80 min.

Director: Alfredo Soderguit

Basado en la novela: Anina Yatay Salas de Sergio López Suárez (ilustrado por Soderguit)

Adaptación a la pantalla: Federico Ivanier

Guión: Federico Ivanier, Julián Goyoaga, Alejo Schettini, Alfredo Soderguit y Germán Tejeira

Voces: Martina García y Alejandra Borrero

Director de animación: Alejo Schettini (Uruguay)y Yuli Velasco (Colombia)

Director de arte: Sebastián Santana

Diseño de personajes: Alfredo Soderguit

Diseño de sonido: Camilo Montilla – Productora Sónica

Montaje: Julián Goyoaga y Germán Tejeira

Casa productora: Antorcha Films-Palermo Estudio-Raindogs Cine

Productores: Jhonny Hendrix Hinestroza, Germán Tejeira y Julián Goyoaga

Sinopsis. Anina Yatay Salas es una niña de diez años. Su nombre es un palíndromo que provoca las risas de algunos de sus compañeros de escuela, en particular de Yisel, a quién Anina ve como una «elefanta». Cuando su paciencia se agota, Anina se trenza en una pelea con Yisel a la hora del recreo. Este incidente termina con una llamada a sus padres para que se presenten en la dirección de la escuela y en una sanción para las niñas. Anina recibe el castigo dentro de un sobre negro cerrado que no puede abrir hasta que vuelva a reunirse con la directora una semana después. Tampoco puede mencionar a nadie la existencia del sobre.

Sus compañeros de clase la presionan para enterarse de qué se trata el castigo, e imaginan para ella torturas corporales terribles. La propia Anina, en su afán de conocer el castigo agazapado en el misterioso sobre negro se meterá en una maraña de problemas, entre amores secretos, odios confesados, amigas entrañables, enemigas terroríficas, maestras cariñosas y otras maléficas.

Para Anina, conocer el contenido del sobre se convierte, sin que ella lo sepa, en una forma de entender el mundo y su lugar en él.

Premios: Premios Ariel: Nominada a Mejor película iberoamericana


Director. Alfredo Soderguit


Tomado de la página oficial de Anina

Alfredo Soderguit nació en Rocha, Uruguay en 1973. Ilustrador con una gran fascinación por la narración gráfica, el cine y el dibujo animado. Ha trabajado por más de diez años como ilustrador de literatura infantil para diferentes editoriales como Sudamericana y Santillana.

A los dieciocho años logra la mención a la creatividad en el concurso nacional de video educativo, organizado por Canal 10 de Uruguay y la embajada de México, por la realización de un clip animado sobre fragmentos de obras literarias de Ernest Hemingway.

En 1998 comienza a trabajar como ilustrador de literatura infantil para varios editores. Este mismo año participa como asistente en diversos proyectos de dibujo animado de la empresa Coyote Sociedad Animada y realiza el curso de dirección de proyectos de animación en el estudio de Walter Tournier, dictado por el especialista Carl Mc Mullin.

En 1999 funda el colectivo artístico OS (Operativa Simbólica) que durante tres años realizó instalaciones de gran escala en diferentes lugares de Montevideo; algunas de estas obras incluían proyecciones de material audiovisual producido por el mismo equipo de artistas. Ese año sus ilustraciones fueron seleccionadas y expuestas en la bienal internacional de Bratislava en la República Checa, una de las más amplias e importantes del mundo.

En 2003 realiza en la Escuela de Cine del Uruguay un taller de especialización en dirección de arte, dictado por Inés Olmedo. Dos años más tarde funda el estudio Palermo Animación, junto a Alejo Schettini, director de animación de Anina, donde hasta la fecha han realizado diversos trabajos de producción de dibujo animado.

Ha ilustrado más de cuarenta libros tanto en Uruguay como en Argentina y Noruega, entre ellos se destacan Anina Yatay Salas de Sergio López Suárez, (Ediciones Santillana), La increíble aventura de Gonzalo y la vaca feroz de Federico Ivanier (Editorial Sudamericana), Los cazaventura, una colección de seis tomos de Helen Velando (Ediciones Santillana), Historias de magos y dragones de Fernando González (Ediciones Santillana) y Un resfrío como hay pocos de Magdalena Helguera (Ediciones Santillana). 


Cómo nació Anina. Del texto de Sergio López a la película de Soderguit


«La primera vez que Alfredo Soderguit se imaginó a Anina fue leyéndola. Dibujó a una niña con pelos rojos y salvajes para ilustrar un libro, luego quiso convertirla en el personaje central de una película. Anina es una película de animación sin la fantasía que estamos acostumbrados a ver en las películas de animación. No hay animales que hablan ni seres con nacionalidades extrañas ni palabras en español neutro. Se parece más a sus pares de Japón, de Francia. Hay niños con padres, uruguayos, que cocinan, viajan en ómnibus, van al almacén, tienen maestras, pelean, se burlan, se obsesionan. Le dedicó nueve años.»  De una entrevista de Mariángel Solomita para Guía 50.

Sergio López Suárez, autor del texto que dio lugar a la película Anina, nació en Salto, Uruguay, en 1945, maestro de primaria, escritor e ilustrador de libros infantiles. Ha escrito e ilustrado más de treinta cuentos para niños y jóvenes. En su niñez solía dibujar y pintar y fue ganador de varios concursos en Salto. Comenzó su carrera como dibujante en el Diario El Pueblo de Salto. Ha publicado varios libros y ha ilustrado otros. Su personaje más famoso ha sido Anina Yatay Salas.

Según Alfredo Soderguit, Sergio López «trabaja desde lo que conoce, desde lo que percibe, con historias que ha vivido, que le han contado, entonces no tiene ningún sentido que la historia suceda en un mundo neutro. Para nosotros, los uruguayos, el Uruguay es lo más neutro. Es algo que está. No hay que entender animación como algo situado en un mundo siempre de fantasía, no tiene porqué ser siempre así. En broma nosotros decimos que Anina es realismo animado. Hay una apariencia y un contexto, se sitúa a la película en un lugar concreto, los personajes hablan de una manera, la idiosincrasia, la cultura está presente como contexto, no es el tema de la película. La película puede pasar en cualquier parte del mundo y está todo bien.»


El trasfondo de una realidad uruguaya


«La historia de Anina –el lío de novela al que se refiere– versa sobre una pelea que sostiene en el patio de la escuela con una compañera (la antagonista de nuestra heroína, quien la acosa continuamente a partir de su nombre gritándole “niña capicúa, niña capicúa”) y el castigo que la directora les otorga a ambas: un misterioso sobre negro que deberán abrir luego de una semana para descubrir su castigo por pelear.

El sobre –que dispara descontroladamente la imaginación de Anina en varias secuencias oníricas que referencian, y nada tienen que envidiar, a las películas de Henry Selick y Tim Burton– mantiene en vilo a Anina esperando la revelación del castigo en una historia que es además de maduración y crecimiento, ya que la protagonista aprenderá varias cosas de su entorno (de su antagonista, incluso) y logrará llegar a una conciliación con su propio nombre y la particular obsesión de su padre (al que da voz un afinado César Troncoso) con el concepto capicúa.
Una obsesión que en cierta medida comparte la propia Anina, ya que busca elementos capicúas en todo: en su vida cotidiana, en las fechas y, en particular, los boletos de ómnibus (cosa que seguramente recuerda haber hecho  cualquiera que haya superado los 30 años de edad).

Dichos boletos, sumados a la vida de barrio y escuela sin ceibalitas que presenta la película, nos transporta a un momento de Uruguay que parece lejano en el tiempo pero que no va más allá de fines de la década de 1980 y principio de la de 1990.

Los realizadores parecen reconstruir en la historia de Anina su propia infancia y la de los espectadores que comparten con ellos una elástica franja etaria.

La reconstrucción de este espacio emotivo incluso va más allá de la escuela, ya que representan un barrio de Montevideo que puede ser casi cualquiera con sus almacenes, sus niños jugando en la calle y sus vecinas chusmas. En estos personajes aparece el aporte impagable de Petru Valenski y Roberto Suárez en voces.» (De una critica de Pablo Delucis para Cartelera.com.uy)

«En nuestro caso pasa porque la riqueza de la historia pasa por lo emocional y lo emocional tiene mucho que ver con ese arraigo, no pretende ser pintoresca no pretende tampoco hablar del Uruguay concretamente. Pretende contar una historia que sucede en un lugar con determinadas características donde hay cosas que la hacen sentir natural. Y esas cosas tienen que ser las cosas que son naturales para nosotros mismos, que nosotros conocemos. El padre hace fideos, cocinan torta fritas, la forma en que se relacionan, el ómnibus, un poco la forma de actuar de los personajes en general, tienen que ver con lo que nosotros conocemos y con expresar sus sentimientos.» (De una entrevista de Mariángel Solomita para Guía 50.)

«Hay muchas referencias personales y muchas a la cultura local porque sentimos que esas cosas cargan de sentimiento y sobre todo la cargan desde el interés hacia la película, la enriquecen. Capaz que no es común verlo en un cine de animación aunque sí hay películas de animación que trabajan desde ese lugar. Con un arraigo muy fuerte con una localía, con alguna nacionalidad, tal vez lo hacen más en Japón que hacen sus propias películas sobre ellos mismos, o en Francia o en República Checa, pero el cine que estamos acostumbrados a ver de animación es más neutro. Las historias pueden estar buenísimas, el despliegue puede ser muy grande pero esa cultura que la nutre es más neutra, involucra a animales con nacionalidades extrañas o formas de hablar. Es otra forma de hacer las cosas.» (De una entrevista de Mariángel Solomita para Guía 50.)


Anina, rebeldía infantil


Anina se enfrenta a un sistema educativo anticuado, ineficaz, obsoleto: "La letra no entra con sangre", grita a una de las profesoras. El sobre negro lacrado que la directora impuso como castigo (una semana sin abrirlo), estaba vacío. La directora quería que pensaran, que se unieran, que sacaran conclusiones personales.

Lo que significa para Anina saber lo que había en el sobre de su compañera, y que es el hilo conductor de la película, significa para un educador la curiosidad, la búsqueda, la reflexión personal, en la que se debe basar la educación hoy.

Los mismos pensamientos de Anina, gracias a la creatividad de los realizadores y la magia del dibujo animado, se transforman en imágenes, o en sombras... cuando piensa que su rival es como una elefanta, la misma sombra de Anina se convierte en la sombra de un elefante, una ironía que hace caer en contradicción visual sus propios pensamientos.


El cine para niños según Alfredo Soderguit


«Creo que desde ese lugar, en las películas, las cosas infantiles no son solo para niños. Ese es un error también, pensar así. Creo que la única manera es no pensar específicamente en niños, pensamos en personas, entones Anina es una persona. Alguna vez alguien me dijo “Anina habla como si fuera más grande de lo que es”, como algo narrativo a mí me gustó porque sí, hay un escritor que tiene más de 60 años y yo que casi tengo 40 y un equipo de adultos contando la historia de esta niña entonces sí tiene sentido que haya una carga ahí, de intenciones, de ganas de decir cosas.

Las cosas que están hechas solo para niños generalmente son un desastre. Las cosas hechas para niños tienen que tener un montón de valores, ya sean plásticos, narrativos, artísticos que también tienen que significar algo para los adultos porque si no es como que uno las recorta para hacerlas fáciles. Lo que sí creo es que uno tiene que pensar con quién está dialogando, sí hay que pensar en cierto manejo del lenguaje de tal manera que la comprensión sea lo más amplia posible.» (De una entrevista de Mariángel Solomita para Guía 50)


Los sueños, pesadillas, de Anina

Una de las características de la película Anina que más me llamaron la atención fueron los sueños, verdaderas representaciones musicales, oníricas, con toque surrealistas, de los grandes temores y terrores de la niña. En ellos se plasma esa escuela dictatoria, castigadora, terrible, que se vivió durante generaciones. Al mismo tiempo, los sueños sirven de catarsis, de aprendizaje de la niña de lo que no debiera ser, y al despertar, van conformando su rebelde pensamiento y actitud ante la escuela y sus maestras.

Las pesadillas se convierten en verdaderos números musicales que recuerdan a otras películas de animación y a películas de los años 50, coreografías, ritmo y música de otras épocas, como si quisiera reproducir en los sueños lo que habría que superar en la vida real. Algunos guiños cinéfilos que tienen lugar en los sueños nocturnos de Anina recuerdan también a The Wall (1982) y a la película muda de Robert Wiene, El gabinete del Dr. Caligari (1920).