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Educación y vida familiar en tiempos de confinamiento

 

Martínez-Salanova Sánchez, E. (2021). Educomunicación y vida familiar en tiempos de confinamiento . Aularia, 10(1). pp: 35-44.

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© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía


 

Por causas ajenas, obligadas, mundiales, la Humanidad ha vivido una situación nueva, de catástrofe, en la que todo el planeta está inmerso, un escenario diferente que cambiará muchas de nuestras vivencias, algunos de nuestros valores y conceptos e infinidad de estructuras. Sin embargo, es fundamental que trabajemos socialmente para mantener como sea posible la continuidad y estabilidad de nuestra especie. Los sistemas educativos, y la socialización familiar y comunitaria, son claves para ello. Esta reflexión es producto de mi experiencia personal, y de lo que he compartido, acumulado, aprendido, sabido de lo que en sus lugares de encierro han vivido o viven amigos y familia, lo que multitud de profesores han realizado desde sus lugares de encierro y lo que amigos, conocidos y personas más o menos cercanas han ido publicando en las redes, en las que he participado o contribuido.

Aún en momentos de reclusión, en los que la familia debe moverse y vivir en reductos forzosos, a veces muy pequeños, no puede perderse de vista la importancia de aunar vida familiar, educación, comunicación y aprendizaje, que van a una siempre pero que es imprescindible tener en cuenta que no se disgreguen en estos momentos cruciales, procesos complementarios, necesarios para lograr la solución de los problemas al mismo tiempo que se capacita a ciudadanos responsables y participativos, con capacidad crítica, creadores en común de soluciones de los problemas, que cuestionen la información que reciben, que informen, opinen, se procuren sus propias fuentes de información y que las comparen con la que genera el poder mediático, al mismo tiempo que no pierdan de vista el momento en el que se vive y las consecuencias de actuar mal o irreflexivamente..

Por otra parte, en tiempos de confinamiento, al mismo tiempo que la familia vive recluida, los profesores viven recluidos, las bibliotecas y los museos, los cines y los teatros están cerrados, no existen los parques, ni las playas, ni los gimnasios, ni los campos de fútbol. Son los medios de comunicación, por tanto, la televisión y las redes telemáticas, las únicas ventanas que tiene la familia para abrirse al mundo y el cauce para que el mundo entre en la familia.

El desafío para la institución familiar es grande, ya que ella es la depositaria de la mayor cuota de responsabilidad inmediata en la educación. Sin embargo, no es conveniente sobrevalorar la importancia de los medios de comunicación ni en la influencia educadora ni en el deterioro de los valores y de otras pautas culturales, pues la televisión no puede por sí sola ni educar ni malograr lo que se ha logrado colectivamente durante muchas generaciones, ni lo que la naturaleza humana recibe genéticamente. Una formación de los padres en relación a los medios de comunicación y el uso que los jóvenes y adolescentes pueden hacer de ellos es la clave para eliminar, o por lo menos aminorar el problema; siempre, con personas ya adiestradas, es más fácil conseguir que los medios se pongan a favor de una construcción cultural.

Los educadores, que ya en situaciones de normalidad podemos ser educadores en red, en estos momentos no tenemos otra alternativa, que se convierte en obligación, procurar nuestra acción en la relación con otras personas, en la comunicación con los demás, desarrollada a través de las nuevas tecnologías, fundamentalmente las que se prestan a trasmitir y difundir los mensajes por las redes, y mediante la utilización y búsqueda de mecanismos y programas de vuelta de la información, de feed back. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sin duda nos ayudan a ello, aportan nuevas visiones y contactos y, sobre todo, son un desafío para nosotros.

Hay que tener en cuenta la importancia mediadora de los medios, hoy fundamentalmente los que utilizan la tecnología digital, y la convergencia de diferentes lenguajes, en un mundo globalizado, en el que hay conceptos, contenidos y estructuras que no pueden ser ajenas a la red, a la interacción, a la interculturalidad, al trasvase vertiginoso de la información, a estructuras no lineales y a la responsabilidad de los usuarios como productores de información.

 

Desde la antropología, la solidaridad

Lo que en primer lugar se asimila culturalmente en la vida son los patrones culturales familiares. El aprendizaje es un proceso imitativo; fundamentalmente en lo que se refiere a la socialización, el comportamiento nuevo implica alguna clase de modelo como estímulo y el acercamiento a ese modelo puede ser completo o aproximado. El copiar llega a ser una necesidad para socializarse, que se ve recompensada aun con la copia inexacta, que puede implicar nuevas formas de recompensa. Se imita o copia durante toda la etapa vital del individuo, sin disminuir en la madurez. No obstante las pautas perdurables son las de la infancia, generalmente provenientes del entorno familiar y en la mayoría de los casos, inconscientes.

«Es de sentido común que los niños y las niñas aprenden de lo que ven. Nacemos con una gran capacidad de imitar la conducta de las personas que nos rodean. Incluso criaturas de 14 meses ya copian gestos y movimientos que ven en el televisor. No es de extrañar, pues, que entre los cientos de experimentos que en los últimos 30 años han buscado una prueba objetiva de la influencia maligna de la televisión en los menores, algunos demuestren que programas que contienen altos niveles de violencia pueden causar agresividad a corto plazo en ciertos jóvenes impulsivos ya predispuestos a ella». Luis Rojas Marcos.

Existe una responsabilidad universal ante cualquier situación que afecte a la Especie Humana o a cualquier parte de ella, en este caso tanto la expansión de un virus, a una pandemia, tanto como la situación de empobrecimiento y exclusión a la que reduce a una buena parte de la población. Un grupo humano, familiar, vecinal, o más extenso, necesita de la solidaridad, del cariño, de ayuda, y del apoyo, la transmisión de elementos de supervivencia y la solidaridad con el resto de los grupos humanos. Es luchar por la igualdad en todos los aspectos y contra la xenofobia, tener en cuenta que somos un único grupo humano que lucha contra una agresión externa, para lo que es necesaria creatividad, ciencia, imaginación, solidaridad, cooperación entre grupos y sociedades.

Para Durkheim, la solidaridad designa «el conjunto de actitudes y comportamientos que aseguran la cohesión y la continuidad de la acción colectiva de la sociedad». Por eso es urgente que rescatemos el significado antropológico fundamental de la solidaridad, aquella que algunos etno-antropólogos afirman que nos hizo pasar del orden de los primates al orden de los humanos, cuando buscaban los alimentos y los llevaban al grupo para comer juntos, pues la solidaridad está en la raíz de nuestra hominización, y es indispensable para la supervivencia.

La solidaridad nace en la confluencia de tres almas: el sentimiento compasivo de la vida, el acto racional de reconocimiento y el deber moral de la universalización. De este modo, desborda la asistencia altruista, la cooperación para el desarrollo y la cohesión social. (Sobrino, 1995)

Además, la sociedad debe ser universal, nos lo ha hecho ver palpablemente esta epidemia, que asola a todo el mundo, sin fronteras, ni barreras culturales ni sociales. Es más solidaridad, en el sentido ético, que compasión o reconocimiento. La fuerza universal de ciertos valores como los derechos humanos, la vida, la dignidad solo se realizan en la defensa de quienes se ven privados de ellos, y serán universales solamente cuando puedan disfrutar de ellos todos los hombres y todas las mujeres de nuestro planeta. De forma diferente que el sentimiento compasivo, que es personal, la solidaridad ha de ser universal.

«Una situación que nos concierne a todos: todas las clases, todos los países, todo el ámbito de la naturaleza están afectados por él de la misma manera». Fayerabend 1992

 

El confinamiento

Estar en «confinamiento» es algo nuevo para nuestra generación, aunque algunos vivimos en su momento encierros forzosos, toques de queda y otras vergüenzas. Estar en casa, sin posibilidades de salida, con toda la familia dentro, a veces en lugares muy reducidos, es una prueba más que recibimos y que no podemos, no debemos desperdiciar. El encierro no es plato de gusto pero puede ser un aliciente para vivir, entender, practicar otras cosas, disfrutar y convivir con personas a quienes queremos pero en una nueva experiencia, la de estar más tiempo juntos, lo cual crea, además, la necesidad de adecuarse a otros usos y necesidades.

El encierro tiene principalmente un sentido solidario: no ayudar al virus en su avance, y secundariamente que no nos contagie. De paso, que los contagiados no llenen las urgencias ni los espacios de cuidados intensivos. También la solidaridad no debe llevar a la reflexión, que a su vez nos lleva a la responsabilidad. En función de lo que aprendamos nos adaptamos mejor a las circunstancias y ayudamos al resto. La vida familiar es rica, cada miembro tiene su propia personalidad, y ejerce profesionalmente fuera de la familia, en su trabajo, en sus relaciones de amistad, en el lugar de estudio o de diversión. En el hogar familiar se lleva la vida de otra forma, y en tiempos de confinamiento, es un desafío unir las dos vidas, la profesional y la familiar en un mismo entorno.

 

Familia, colaboración y aprendizaje

Es en la familia donde el aprender cobra una significación especial que hay que entender muy bien si queremos darnos cuenta del importante papel que desempeña en la configuración del modo de vida de un pueblo.

No podemos ni debemos perder nuestras raíces, nuestro lenguaje y nuestros modos de comportamiento. La cultura es antes y por encima de todo, un sistema de aprendizaje, de transmisión de conocimientos, algunos de los cuales ni siquiera sabemos que los poseemos; nuestro sistema familiar ha cambiado en los últimos años. Actualmente los niños y adolescentes pasan más tiempo con sus educadores y con los medios de comunicación y el ordenador que con su familia; puede asegurarse que estamos asistiendo a un importante cambio cultural cuyos resultados no serán apreciados de inmediato. El que durante unos meses, los profesores y educadores hayan estado fuera de la relación directa, que hayan pasado a ser, como mucho, on line, hace reflexionar en otra dirección, pues son la familias, los padres sobre todo, quienes han tomado el papel y la mayor responsabilidad de educar.

Si hay niños pequeños, durante los tiempos de encierro, ha sido imprescindible aunar convivencia y aprendizaje, para lo que se hizo necesario planificar los días, acondicionar la casa y el ritmo de vida a una situación de encierro, pues no cabía el recurso de ir a dar una vuelta al parque cuando los pequeños estaban revoltosos. Se hizo necesario convivir familiarmente al mismo tiempo que trabajar, sin dejar de hacer vida en común. Es posible que mamá y papá estuvieran trabajando on-line, y se respetó ese trabajo, a pesar de que los más pequeños no lo entendieron y, a partir de cierta edad ya lo intentaron. Muchas familias marcaron espacios y tiempos, a veces con creatividad y humor, destinaron lugares a cada cual, por medio de letreros, o inventaron situaciones para que cada uno supiera que alguien estaba «en su horario de trabajo» y que, aunque hay mayor flexibilidad, respetarlo en lo posible.

Los chicos y chicas mayores, sin lesionar sus tiempos de tarea y estudio, pueden encargarse de los más pequeños, como en aquellas escuelas de hace décadas, en las que el maestro debía delegar y vigilar al mismo tiempo para atender a todos sin excepción en función de las necesidades. Muchos centros educativos han puesto en práctica la educación on line, a distancia, lo que exige a las familias un nuevo acondicionamiento de métodos y tecnologías. Maestros y profesores han tenido que hacerse con el sistema y utilizar nuevos recursos para trasmitir la información y lograr que los alumnos sigan en contacto, trabajando en casa, buscando la información, utilizando las redes, y trabajando en grupo.

Si la familia tiene los medios, no suele haber problema, pues nuestros niños y niñas saben mucho de tablet, skypes, y hay programas específicos que dominan enseguida a la perfección.

 

Cine, televisión

Ver la televisión en familia es otro elemento a tener en cuenta, muy importante, ordenar, organizar los tiempos y momentos en los que se pueden ver películas, grabaciones, programas, en donde participan todos, chicos y grandes. Y cuidar que la televisión no ocupe el día.

Los medios de comunicación, en sus programas genéricos, durante el tiempo de confinamiento, nos han dado una programación plagada de largos informativos, tertulias políticas, retrasmisiones de lo que sucedía en el congreso, y repeticiones sin orden ni concierto de programas ya emitidos, generalmente concursos. Las familias, muchas de ellas, han optado por los sistemas de distribución en red de películas y otro tipo de programas.

Era importante además, que sin olvidar la razón del confinamiento, la familia tomara la responsabilidad de hacer reaccionar a sus miembros ante los horrores y las tragedias humanas de la pandemia, al mismo tiempo que adquirir el espíritu crítico ante noticias sensacionales o sensacionalistas y aprender muchas de las actitudes y formas de comportarse individualmente o en grupo ante las posibilidades de contagio, modo de pasear o jugar, colocarse y utilizar la mascarilla o adiestrarse en el higiene corporal de una forma adecuada

La familia educa para la participación, siendo los medios de comunicación apoyos necesarios para lograrlo. La cooperación necesita información veraz, amplia y sopesada de los hechos; la reciprocidad requiere variedad de opiniones, situaciones, tendencias, creencias y costumbres. Los medios de comunicación, si son verdaderos transmisores, van a proporcionar a los individuos la posibilidad de conocer problemas de su entorno y crear la sensibilidad necesaria par potenciar la participación. En esos casos, más importante es la participación de la familia y el espíritu y capacidad crçitica de los ciudadanos, ante la avalancha de opiniones, la mayoría poco ténicas o científicas, y la proliferación de noticias falsa y bulos.

La familia ha debido elaborar, en común, estrategias de convivencia entre sus miembros y con los medios, para que el televisor una más que separar.

Se ha creado una dependencia familiar del móvil, de las redes, del ordenador, en general de todos los medios de comunicación y, al mismo tiempo, se ha logrado un aprendizaje individual y familiar del uso de todos ellos. Niños y niñas muy pequeños han recibido y participado en sus clases mediante programas de videoconferencia, y se han ajustado a convivir virtualmente con sus compañeros. Otros, han trabajado en equipo sin salir de sus hogares, y el teléfono móvil y el ordenador y las tablets han sido el vehículo con el que han tenido que convivir y con los que han aprendido a rlacionarse en algo más que la simple conversación de amistad.

Se han tenido que enfrentar las familias con su propia convivencia, en tolerancia, compartiendo los medios, ajustándose a horarios, ayudándose mutuamente, los padres han aprendido de sus hijos y los hijos han sido ayudados o animados por sus padres.

La gravedad de los grandes problemas de la humanidad nos obliga a ser más responsables en la educación de los hijos, enfrentando los hechos con conciencia crítica, luchando contra cualquier forma de fundamentalismo, contra la irresponsabilidad social que provoca la banalidad de la televisión, el consumo indiscriminado de medios, la influencia que puede llegar al hogar mediante las redes.

Este desafío obliga a la familia a formarse con anticipación a los hechos, adelantarse a las nuevas tecnologías, fundamentalmente las que tienen que ver con las redes y la telefonía antes que los hijos vayan creciendo. Basar la vida familiar en el diálogo constante y en el debate constructivo ante las situaciones que se van creando

 

Comunicación con la familia extensa

Los encierros familiares han procurado la comunicación de la familia con el exterior, posible con la tecnología de que hoy disponemos, vivir algunos momentos al día la vida de personas muy cercanas, encerradas en otros hogares, inventar juegos en la pantalla, filmar lo que se hace y enviarlo…. Las relaciones por teléfono, o video conferencia son necesarias, pues siempre hay familiares más desprotegidos, o que viven solos, a quienes es necesario tener más en cuenta, y que los más pequeños lo han visto, vivido, y lo recordarán durante toda su vida. Se ha dado así alegría a tíos o abuelos y nos conocemos ahora un poco más. Es conveniente dedicar tiempos a conectar y preguntar a amigas y amigos, interesarse por su estado, dar momentos de conversación a quienes viven el encierro en solitario, tal vez en circunstancias precarias o con problemas importantes.

Las videoconferencias, en las que los miembros de la familia, amistades, abuelos y nietos se veían todos los días, hace menos necesario el contacto físico, tan importante para las relaciones sociales.

 

Lectura

Ha sido momento igualmente de leer, de sacar esos libros que esperaban mejor ocasión, o releer lo que leímos hace años, la edad hace diferentes interpretaciones de una novela que disfrutamos en la adolescencia.

Algunas librerías abrieron sus puertas virtuales y pusieron parte de los fondos a disposición de los lectores, aunque siempre se pudo acceder a la posibilidad de comprar libros on-line. En los primeros momentos de la apertura las librerías físicas tambien estuvieron dispuestas a solucionar todo tipo de problemas y acceder a las peticiones de los lectores.

En casa, hemos podido revisar nuestros libros, organizarlos. En lo personal, he acumulado unos cuantos textos para dar a quien los necesite.

 

Artesanías y artes

Estar en casa ha supuesto para muchas familias, y para algunos profesionales, un reencuentro con las artes, las artesanías y las activdades manuales. Ha sido una gran ocasión para dedicar al dibujo, la talla y el modelado, la música o la gastronomía. Nuevos platos o dulces realizados con los más chicos, que han aprendido a mezclar, decorar, utilizar los utensilios y adquirir para el futuro una experiencia y disposición especial para el trabajo culinario.

Algunas familias han creado verdaderos gimnasios y han dedicado tiempos y esfuerzos al baile, el deporte, la música y la danza.

Y los niños, especialmente ellos, aparte de sus tareas escolares, han aprovechado con la ayuda de sus mayores, para realizar todo tipo de trabajos artísticos y artesanos, dependiendo por supuesto de la creatividad y de las capacidades y habilidades de los padres y de los hermanos y hermanas mayores.

Cooperación familiar

Las familias, generalmente en actividades diversas, con pocas ocasiones de convivir en el día a día, se han visto forzadas en el confinamiento a estar juntos, en ocasiones en espacios muy reducidos. Un gran desafío para la convivencia, sobre todo en lo que significa el trabajo común, las diversiones, y compartir espacios, tiempos, medios y recursos.

Hay familias que lo han enfrentado solidariamente, distribuyendo tareas y responsabilidades, repartiendo tareas en las que cada cual ha puesto lo mejor de sí mismos.

Salir a hacer la compra o ir a la farmacia, bajar la basura, pasear a la mascota, ha sido en los primeros meses responsabilidad de los mayores, poco a poco se ha ido nabriendo a gente más joven y finalmente, los niños, han podido acompañar en algunas actividades que requerían la salida de casa. Y todo con responsabilidad, mascarilla, cuidados higiénicos y rutinas que fue necesrio acoplar al normal desenvolvimiento de la actividad.

Y muchas familias se han organizado en los momentos de diversión, de descanso, fuera de los horarios de trabajo o clase, o estudios, y han convivido y colaborado en hacer la limpieza, en pensar en nuevos platos de comida, en diferentes formas de convivencia para, a última hora de la tarde aplaudir juntos a profesionales y personas voluntarias que hacen que, desde fuera del hogar, sea posible acabar cuanto antes con la epidemia.

Y se han realizado nuevos proyectos, y ordenado aquellas colecciones que nunca se revisaron, se han abierto armarios, baules y cajones y, además de ordenar, hemos descubierto una gran cantidad de cachivaches, ropa, recuerdos y papeles que nunca utilizamos y de los que hemos decidido guardar o desprendernos de ellos.

La casa, por lo tanto, también ha podido ser una sorpresa para nosotros, rincones que de tanto verlos no los apreciábamos, hemos jugado a hacer fotos de lo que nos era desconocido u olvidado, de lo que veíamos por rutina, que no valorábamos, y nos hemos entusiasmado con esos elementos «olvidados», esos escritos «perdidos» y esas fotos trasnochadas y entrañables que nos llevan al pasado.

Hay familias que han realizado excursiones por la casa en que se vive, con la finalidad de encontrar lugares nuevos, a veces inaccesibles, un viaje planificado como si se tratase de una expedición al Aconcagua. Así se han descubierto adornos, fotos, nos ha dado ocasión de comentar con los adolescentes y los más pequeños de la casa sobre nuestras familias, padres, abuelos, historias de los ancestros, viajes y lugares, emigraciones y movimientos de la familia, convirtiendo el domicilio en un museo y en un lugar de constantes sorpresas.

 

Las relaciones con los centros educativos de los hijos

Los adultos hemos de adelantarnos a los acontecimientos educativos. En el hogar, generalmente los hijos superan a sus padres en el uso de las nuevas tecnologías y en la mayoría de las familias los padres quedan atrasados y sus conocimientos obsoletos, dando lugar a un círculo vicioso que dificulta la reflexión educativa en familia. Los padres que no saben de informática, o que no son capaces de leer imágenes pues desconocen los mínimos elementales, se niegan en ocasiones a realizar una tarea supletoria como profesores, y no pueden apoyar a sus hijos, ni es posible que los orienten y motiven hacia un racional uso de los medios.

Sin embargo, la familia tiene una gran responsabilidad en la educación de los hijos fuera del ámbito familiar. En este caso, en colaboración con profesores, con otros padres o con personas que se mueven en espacios juveniles alternativos. Los centros educativos no se toman en ocasiones demasiado en serio la importancia de la comunicación en red en la educación y en algunos casos, el cierre de las aulas les ha tomado con el paso cambiado .

Los mismos chicos y chicas, adolescentes, pueden aportar mucho tanto a sus familias como a sus profesores en sus aulas mediante la utilización de medios alternativos, trabajos, opiniones, sugerencias, lo que perciben en su ambiente familiar en cuanto a la utilización formativa, lúdica y crítica de los medios.

 

Educadores

Quienes nos consideramos educadores debemos ser también comunicadores, de cualquiera de las ramas y ciencias, sean técnicas, científicas, literarias o artísticas. Pensamos cómo llegar de la mejor forma a nuestros interlocutores, o espectadores, que comprendan con claridad el mensaje, y que sean capaces después de aplicar los mecanismos del feed-back para emitir a su vez nuevas comunicaciones que permitan los cambios. Cuando nos vemos en una situación en la que debemos estar confinados, nosotros y nuestros alumnos, se nos presenta un inmenso desafío.

Por una parte debemos tener claro qué queremos hacer y si tenemos las herramientas adecuadas para ello. La preparación personal, el dominio de los recursos y los útiles necesarios para llevarlo a cabo. También debemos saber si nuestros alumnos disponen de los elementos necesarios para seguir una clase on-line.

El hecho educativo es, esencialmente, un hecho comunicativo en el que el profesor debe dominar la materia que imparte y los recursos tecnológicos a través de los cuales el conocimiento, las actividades a realizar y el feed-back necesario para realizar la evaluación esté a disposición de los alumnos.

La educomunicación ayuda a dirigir la mirada a los principales problemas del mundo: la participación de todas las personas, la defensa de los derechos humanos, la multiculturalidad, el medio ambiente, la paz, la libertad de expresión y de comunicación. Y en tiempos de confinamiento no podemos desentendernos de esas premisas, hemos estado muy atentos a nuestros propios problemas, lo que sucedía en nuestra familia, nuestro entorno, barrio, provincia, país, y olvidábamos que el mundo seguía fuera, que había quien quedaba sin trabajo, sin nada que comer, y los medios de comunicación nos acercaban a su vez lo más inmediato, las colas del hambre, generalmente como crítica del gobierno y no propia. Y había un mundo más amplio, seguía habiendo refugiados, y países que llevaban la pandemia aún peor, con menos recursos, con una sanidad más precaria, con unos gobernantes menos dispuestos.

Las nuevas tecnologías agilizan los procesos informativos, pero no son la solución si no promueven la comunicación. Para la educomunicación no es solamente vital aprender a leer, tanto textos como imágenes, sino que es imprescindible lograr la expresión, la escritura, el compromiso social y la difusión de lo recibido y aprendido para crear una comunicación activa, basada en el respeto y el diálogo, que colabore en el cambio social.

Y las nuevas tecnologías es necesario utilizarlas en la búsqueda de la información y del conocimiento, no basta con su utilización formal, es necesario procurar criterios de utilización formativa, educativa y aprendizaje.

Son tiempo para que niños y adultos profundicen en la utilización de los recursos, de todos ellos, investiguen nuevas posibilidades y se adentren en el infinito universo del conocimiento.

 

Los cambios

La nueva situación de confinamiento solidario y forzoso, ha creado nuevas necesidades y nos ha enfrentado con la nueva realidad, una educación sin contacto directo, en la que la sociedad, familias, alumnos y profesores, nos hemos debido adaptar vertiginosamente a nuevas circunstacias. Sin embargo, no podíamos olvidar que la educación entraña cambio, cambio de conducta, de conocimiento, de valores... La educomunicación solamente se puede entender en un contexto de cambio cultural, revolucionario, basado en el diálogo, que nunca se acaba, crítico, global, interactivo, que adquiere su pleno sentido en la educación en red, en la que emisores y receptores se interconectan, en situaciones de videoconferencia en las que se puede ejercer una comunicación oral y visual, en la que comunicadores/educadores y receptores/alumnos, enseñan y aprenden al mismo tiempo, pues son alternativamente emisores y receptores.

La relación pedagógica se convierte en una situación de aprendizaje compartido entre los que se comunican entre sí y que, al hacerlo, sea presencialmente, a distancia o por videoconferencia, construyen el hecho educativo, cuyo principal objetivo es el de desarrollar un pensamiento crítico ante la situación del mundo y sus mensajes.

Sin embargo, hay vacíos que no se pueden rellenar a veces, pues la parte más afectiva del proceso educativo tiene que ver con el contacto afectivo que da esa relación personal con los alumnos: reírse con ellos, identificar sus actitudes, miradas y cuchicheos.

Y tiene su visión entrañable, como contaba en las redes para el 15 de mayo, día del maestro en México,  una maestra mexicana, Yasmín Luna, que reflexionaba sobre lo triste que iba a ser para ella ese día sin sus alumnos. «Este Día del Maestro (15 de mayo) iba a ser muy triste sin mis alumnos. El día anterior tuve clase con ellos en una plataforma, ya casi al finalizar uno de ellos empezó a felicitarme y luego se les ocurrió ‘abrazarme’ en sus pantallas. Fue enternecedor verlos acercarse a hacerlo.  Ahora, la mejor parte de mis clases en linea son esos momentos al final cuando aprovechan para contarme algo que les sucedió o mostrarme a su mascota. En este confinamiento, ello nos da un poco la sensación de un día escolar normal.»

Y en nuestras clases, y por supuesto, está el programa de estudios, pero no podemos olvidar que seguimos siendo educadores, y que en cuanto a los mensajes y necesidades, es necesario priorizar las relaciones interculturales, la participación comunicativa, los Derechos Humanos, la integración de culturas y personas de todos los lugares del mundo y la promoción de un sentido más crítico.

 

La difusión de la cultura

Las redes en estos momentos de encierro, largos y difíciles, se han llenado de cultura, de generosidad, de iniciativas individuales que se han convertido en sociales. Las hemos visto, danza, música, cine, relatos literarios, y un sinfin de ideas que se han llevado a la práctica, que han tenido una maravillosa acogida y que se han hecho virales, extendidas por el mundo. Hoy tenemos redes y tecnología para poder hacerlo.

Mi amigo Juan José Ceba, por cierto uno de los fundadores de esta revista, inició en su encierro una magnífica aula de poesía que ha mantenido durante meses, en la que animó a participar a cada cual desde su domicilio y que se ha convertido realmente en un aula virtual, participativa, entrañable, creativa y original.

Por sus páginas en redes han pasado originales versificaciones, poemas realizados en situaciones y técnicas diferentes, con materiales diversos, en recuerdo a veces de poetas y literatos, en circunstacias familiares complicadas y niños y adultos se han hecho eco de ese llamado virtual y han respondido con ingenio, disposición y solidaridad al llamado de un poeta y maestro en red.

Son muchas las personas, grupos, movimientos y organizaciones que se han puesto las pilas para no quedar atrás en la educación en red. Infinidad de bolgs, webs, publicaciones en vídeo a través de plataformas conocidas, y difusión de todo tipo de habilidades, enseñanzas y exhibiciones artísticas y culturales.

Mi amiga Sara Román, profesora de la Universidad de Cádiz, y música, compañera de trabajo en el Grupo Comunicar durante muchos años, inició y puso en práctica un curso libre y gratuito para tiempos de confinamiento con el fin de unir por medio de la música al mundo en tiempos de adversidad. Ha tenido varias ediciones y se ha unido a la multitud de conciertos realizados desde casa por profesionales de la música, ya fuera desde las terrazas o en las convocatorias diarias de asociaciones que quieren poner su granito de arena en esta terrible situación, como Músicaviral, que abre una ventana a la esperanza, y ayuda a dar rienda suelta a la vocación artística,

En cine para educar, diversas iniciativas se han sumado en los momentos difíciles del encierro, quiero destacar la de La Matatena, una asociación civil mexicana con décadas de experiencia de trabajo de cine con niños y adolescentes. que planteaban retos para los momentos de encierro, reflexiones, visionado, frases y desafíos para aprender en momentos complicados. Muchos son los documentos filmados, en los que cineastas, profesores y aficionados han manifestado y compartido sus artes, opiniones y habilidades.

 

Nuevos desafíos, nuevos procedimientos

La nueva situación ha cambiado nuestras rutinas, las formas de aprender, aunque la educación y el aprendizaje han seguido siendo el eje del día a día, con las familias, que se han sumado a la responsabilidad de  alumnos y docentes.

La educación ha sido una de las ventanas por las que las familias han debido asomarse cada día al exterior, un mundo al que visitar fuera del domicilio, en el que día a día era necesario encontrar nuevos alicientes, estímulos,salidas e ideas interesantes.

La epidemia ha cambiado radicalmente la idea de concebir la educación y tanto los centros educativos como docentes y padres, deben tomar nota para sacar provecho de una situación inesperada y para prevenir futuras situaciones similares. La escuela y el hogar se han convertido en el mismo lugar, los padres tal vez aprendan que es necesario estar más atentos a las situaciones educativas y los docentes deberán prepararse para contar más y mejor con las familias.

Los padres hemos detectado que la velocidad a la que nuestros hijos toman decisiones en el ordenador, desarrolla su capacidad de detectar problemas y solucionarlos, agilizando y aumentando las posibilidades de las células nerviosas y sus relaciones comunicativas.

Esto nos hace reflexionar sobre los grandes retos futuros, el de la enseñanza virtual, en la que padres y docentes no deben estar ausentes, y el de la responsabilidad familiar, el de la fragilidad de la sociedad, el de las carencias que muchos hogares tienen de nuevas tecnologías, y la necesidad de solución por vías administrativas