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La televisión... también cultura y educación

 

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía

 

Introducción


La televisión está en todas partes, posee un poder de penetración cada vez mayor en los hogares, en la misma calle y en los centros de enseñanza. Esta realidad implica un desafío para los padres, la familia y la sociedad. Es el medio más significativo  que se inserta en la diversión, la información y la cultura; tiene relación con otros medios de comunicación, por lo que es necesario que niños y adolescentes crezcan viendo a sus padres utilizando libros, periódicos, radio, y el resto de los medios de forma responsable. La modificación de la conducta, pasa fundamentalmente por la imitación de arquetipos o modelos humanos, de singular relevancia los familiares, muchos de los cuales conforman y estimulan desde los primeros años la vida de las personas. La televisión se ha convertido en el centro de la vida social de las familias. En algunos casos, como núcleo de la convivencia, y en otros como elemento de disgregación social. Es cada vez más normal que en una vivienda haya varios televisores; así se evitan muchos problemas de relación, aunque se crean otros de incomunicación. Nos asemejamos cada vez más a la familia típica norteamericana; viven fuera de su casa todo el día, y cuando llegan al hogar cada uno se construye un mundo distinto en su habitación.

La televisión es, junto con la prensa, ese cuarto poder del que tanto se ha hablado. Sin embargo, las cosas han cambiado. La prensa ha cedido una gran cuota de poder a la televisión, fundamentalmente en sus aspectos culturales y sociales. La prensa sigue poseyendo un magnífico poder mediático en cuanto a su incidencia en los procesos políticos, al tener capacidad de movilizar a las conciencias pensantes, encumbrar o desmoronar carreras políticas, o encauzar a la opinión pública en determinadas direcciones. La pantalla, la televisión, sin embargo, fundamenta su poder en los cambios culturales que se desarrollan en el ámbito familiar y social.

La televisión ayuda a crear costumbres, lo más profundo de los elementos culturales de una sociedad. Las costumbres generan consumo, cambian a medio plazo –a veces a muy corto- la estructura familiar y social, pueden del mismo modo crear irrealidades y fantasías con negativa incidencia en la misma cultura en la que participan. Estar a merced de los impactos vertiginosos de los medios de comunicación, hace inestable la socialización, pone en cuestión los sistemas educativos formales e informales y perjudica notablemente las relaciones interpersonales y familiares.

 

Objetivos


Conceptuales

Conocer los elementos culturales que aporta la televisión, con el fin de reflexionar sobre los cambios de conducta que se producen en las personas y en la sociedad

Profundizar en el medio televisivo y sus mensajes con el fin de familiarizarse con el mundo audiovisual e integrarlo en el caudal del aprendizaje personal y social

Reflexionar críticamente sobre los códigos y recursos del lenguaje audiovisual empleados por la televisión con el fin de adquirir estrategias que apoyen una educación en libertad

Conocer modelos humanos y sociales que se aprecian en televisión, con el fin de racionalizarlos y tomar decisiones en relación con comportamientos personales y sociales

Diferenciar la televisión educativa de las funciones educadoras de la televisión

De actitudes

Descubrir y valorar los valores formativos, lúdicos e informativos de la televisión y su importancia en la formación como personas responsables.

Descubrir y denunciar las consecuencias negativas que un mal uso y abuso de la televisión lleva consigo en el desarrollo personal y social de los telespectadores

Valorar las aportaciones de la televisión a la educación de la sociedad.

De procedimiento

Verbalizar los conocimientos que se tienen sobre los medios de comunicación, reflexionando sobre el papel de la televisión en el contexto de la sociedad actual.

Aprender a usar el medio, no como receptores pasivos, sino como creadores activos, utilizándolo como recurso creativo y como técnica de expresión personal.

Utilizar la televisión como instrumento de aprendizaje en aquellos campos y momentos en los que el medio sea idóneo para ello

 

Contenidos


Esquema de contenidos

Conceptuales

Los medios de comunicación son cultura y educación

La televisión aporta cultura

La televisión está al servicio de la cultura de le especia humana

Televisión educadora-televisión educativa

La educación y la formación desde el medio televisivo

De actitudes

Reflexión ante el medio

Adquisición de valores  a partir de modelos humanos en televisión

De procedimiento

Reflexión sobre el papel de la televisión en el contexto de la sociedad actual.

Utilizar la televisión como receptor activo y creativo y como técnica de expresión personal.

Utilizar la televisión como instrumento de aprendizaje en aquellos campos y momentos en los que el medio sea idóneo para ello

 

Los medios de comunicación son cultura y educación


Tecnología y supervivencia cultural

Uno de los más grandes desafíos que se presenta a la especie humana en el siglo XXI es que debe utilizar la tecnología para la supervivencia de la misma especie y de su cultura. La sociedad, sin embargo, desde el principio de los tiempos, aunque se hace más evidente en la actualidad, ha manipulado la información, la comunicación, y las técnicas, haciéndolas servir a los intereses de unos pocos, exponiendo a la humanidad a la desastrosa posibilidad de que tanto la propia especie humana como su cultura se vean amenazadas. Se justifican las guerras, se ven como naturales las violaciones de los derechos humanos, se argumentan como de necesidad económica prioritaria los factores medioambientales negativos, nos imbuimos de cultura basura, nos creemos toda la información que aportan los medios aunque esta sea sesgada, engañosa y mediatizada…

La realidad es necesario conocerla y los medios  pueden ayudar a ello. La sociedad y los individuos, para desmitificar y transformar a los medios de comunicación deben establecer relación con ellos. La cómoda postura de rechazar la tecnología nada soluciona, aparte de que puede ser una excusa, o un mecanismo de defensa- que enmascara un miedo cerval o una carencia de iniciativa. Nada se soluciona con aborrecer la televisión, escandalizarse con ella o tenerle miedo y evitarla. Es necesario integrar la televisión en el contexto socializador que la misma sociedad precisa.

Televisión y socialización

La televisión facilita los elementos no comprensivos, que no se ajustan todavía a la cultura del momento, y por tanto el espectador debe ir entrenándose y aprendiendo poco a poco, hecho esto de un modo sutil y no consciente. Es a través de lo no comprendido como se infiltran en el acto de comunicar las características propias del sistema social, las que a pesar de las diferencias interpersonales, las diferentes ideologías, los compromisos afectivos, los intereses y objetivos del ciudadano, transmiten e instalan en el acto comunicativo una estructura perpetuadora de las relaciones de dependencia que se aprecian en sistemas más amplios. Una gran contradicción es que se predica una democratización de la sociedad y una participación cada vez mayor en ella, pero quienes definen los procesos de comunicación son los que detentan el poder mediático.

La televisión no se responsabiliza en ningún caso del proceso comunicativo que se crea, dejando al espectador la responsabilidad de que en el nivel consciente establezca la reflexión crítica, el aprendizaje creador, la respuesta activa, la promoción de su individualidad, su rescate como sujeto digno, no sometido a los caprichos y avatares de la televisión y a la dictadura de las pantallas.

La superficialidad en los contenidos hace que la televisión se convierta en un espectáculo de una banalidad absoluta. Quien está tras los programas de televisión define la misma comunicación –sin ninguna posibilidad de ingerencia del espectador- define el contexto y el tiempo, en el que hay que definir la comunicación. Las mismas cadenas establecen los códigos lingüísticos, deciden lo que se debe o no ver, integra los códigos y repertorios más compartidos del lenguaje oral o escrito, los códigos y repertorios éticos y morales, sin más techo ni norma que el índice de audiencia, propone estilos personales a los que el espectador se adapta por fuerza, ya que el espectador se ha creado la necesidad de estar ante el televisor, y cree todo lo que el televisor propone.

El individuo, en su proceso de socialización, va interviniendo cada vez más en la sociedad en la que se inserta, involucrándose en los grupos humanos en los que vive y a los que aporta su propio compromiso. El poder socializador de la televisión exige a la sociedad, a las cadenas de televisión también, implicarse en el desafío de promover en los individuos mayor compromiso. Es cierto que hay programas televisivos, algunas series y reportajes, que intentan presentar la realidad tal y cómo es. Sin embargo, caen en la mayoría de ocasiones en la superficialidad o en el sensacionalismo. Los temas de los reportajes, en gran medida están ligados también al mundo de lo sensacionalista.

Las series, algunas muy divertidas y con magníficos y chispeantes guiones, adolecen de la superficialidad del resto de la programación, presentando una actualidad de titulares de prensa sensacionalista, en la que en un solo episodio pasan miles de cosas con toda rapidez pero sin entrar en absoluto en ello, sin intentar promover en ningún caso la reflexión o el análisis.

La televisión debiera contribuir a ese conocimiento de la realidad, pero no solamente en píldoras o retazos. Debe buscar puntos de vista diferentes, ahondando en los problemas, presentando una realidad en las que todos los problemas, no solamente los más sensacionalistas, tengan cabida.

Televisión al servicio de la especie humana

No podemos ignorar el problema cultural que generan los medios de comunicación, ni ignorar sus consecuencias inhibiéndose en la búsqueda de soluciones. La televisión, creada por la especie humana, puede perfectamente estar al servicio de ella –de toda ella- y de su cultura.

En las aulas, por ejemplo, se dedica bastante tiempo a la literatura escrita y muy poco o nada al análisis del mensaje icónico, olvidando el gigantesco poder que la imagen organizada por los grandes medios de comunicación de masas tiene en la formación de conciencias y en los cambios culturales. En las familias, los padres olvidan el gran poder de la televisión y no controlan su uso, ni toman conciencia de que una lectura crítica de la televisión es fundamental desde el nacimiento de los hijos.

Las pantallas, y la televisión es la estrella de ellas, están en todas partes. La televisión, además, posee un poder de penetración cada vez mayor en los hogares, en la misma calle y en los centros de enseñanza. Esta realidad implica un desafío para el sistema educativo, padres y educadores, y para las administraciones de los estados que tienen que ver con la educación, la cultura, la sociedad o los derechos de las personas. (Ilda Peralta, 2005)

Televisión educativa-televisión educadora

La televisión nos muestra un mundo que se enfrenta a problemas variados y de diferente profundidad, desde el hambre masiva e indiscriminada y los desastres ecológicos hasta temas de sexo, religión o política. Sin embargo, la superficialidad con que se tratan consigue generalmente que el espectador se haga con ideas triviales o muy equivocadas del mundo que le rodea, sintiendo muchas veces impotente para conocer rigurosamente y en profundidad la realidad de los hechos o el sentido verdadero de los pensamientos u opiniones.

La mayoría de los problemas serios que se tratan en televisión se trivializan, los debates no se realizan con corrección, se busca y provoca el enfrentamiento entre los contertulios o los participantes con el fin de no perder audiencia. Se pactan en la trastienda del programa formas de enfrentar el debate con el fin de que el interés no decaiga, y si decae, los presentadores tienen trucos suficientes para levantar el interés enfrentando en muchas ocasiones verbal, gestual y en ocasiones con agresiones físicas a los oponentes. Esto da como resultado que no se llega al fondo de los problemas. En otras ocasiones la imagen sustituye o enmascara el contenido.

Es necesario que las televisiones acepten la responsabilidad de educar. Y quiero hacer énfasis en dos conceptos que normalmente se confunden y que en el caso de la televisión debieran definirse y aplicarse. Televisión educativa y televisión educadora.

Para que una televisión sea educativa, debe tener intencionalidad educativa. Propósitos y objetivos claros, definición de la audiencia a la que va dirigida y por ende adecuación de los métodos, lenguajes y estructuras a ella… Un ejemplo pudiera ser Barrio Sésamo, definido para niños de seis años, con metas muy claras que abarcan un amplio abanico de posibilidades, instructivas y educativas relativas a esa edad y metodología y lenguaje referido a la misma. No es conveniente ni necesario que toda la televisión sea educativa.

Normalmente confundimos educativo con instructivo. Lo instructivo tiene que ver con los conocimientos o movimientos que se aprenden mecánicamente. Para que sean educativos, estos aprendizajes deben poseer algo más, que sean significativos, que estén en un contexto más amplio, que el que aprende los inserte en un entorno, que asimile los valores del aprendizaje, etc. Un documental puede ser instructivo, pero si no está dentro de un contexto, si no se adapta el lenguaje, las formas y los tiempos, a la edad de quien que se pretende sea espectador, no será educativo.

A mi entender, toda la televisión debe ser educadora (no necesariamente educativa). Como decía más arriba, estamos en un mundo en el que existen desafíos importantes que debemos encarar entre todos. No es posible que las televisiones, con la fuerza cultural y capacidad subyugadora que poseen entre los ciudadanos, se desentiendan de esa responsabilidad. Una televisión educadora es la que plantea, propone y estructura sus programas pensando en que en el mundo hay problemas de todos y que hay que colaborar en crear corrientes de opinión y de debate para que los ciudadanos busquen también su propia responsabilidad.

Por ejemplo:

¿No podrían las televisiones proponer que las formas y modos de los debates fueran menos violentos e hirientes y más respetuosos con las opiniones de otros participantes?. Los moderadores, ¿no podrían mantener mejor los niveles de interés con los propios contenidos y no con el aumento de la agresividad, del insulto o de la descalificación? Necesitamos como ciudadanos modelos de debate diferentes a los que vemos en televisión, que por nuestra retina y oídos entren en nuestro cerebro maneras diferentes de respetar la opinión, de dirigirse a otras personas, de mantener un criterio…Con estas preguntas y comentarios intento explicar mi idea de la televisión educadora. Hay magníficos temas tratados en televisión, en programas que pierden su posible función educadora por sus modos sensacionalistas, violentos e irrespetuosos.

El tema de la violencia en la televisión, también es un ejemplo. No es tan peligroso presentar la violencia como no dar posibilidades para rebatirla, debatirla o cuestionarla. Se han llenado páginas de periódico y se han elaborado multitud de informes y de trabajos en relación con la violencia en televisión. Sin embargo, hay más violencia en la sociedad, en la familia, que en los programas de televisión. O el tema de la discapacidad, que se trata al mismo tiempo que se oculta a los discapacitados…

Debemos pedir a las cadenas coherencia al presentar sus contenidos, pues es clave la forma de presentación para que los contenidos tengan validez. Yo propondría a las televisiones, para que aumenten su capacidad educadora, un cuidado especial en temas como el medioambiente, la solidaridad, la paz y la violencia, la responsabilidad, la tolerancia, el respeto a opiniones y culturas diferentes. Son temas básicos en los que el mundo está de acuerdo. Y lo más importante: no está en que los temas se traten, que ya se tratan, sino que se haga sin sensacionalismo, apelando al compromiso de los espectadores, imbuyéndose las cadenas de estos mismos proyectos, para que surjan con espontaneidad y naturalidad. (Martínez-Salanova 2005)

 

Educar/formar desde el medio televisivo.


La televisión es un medio de comunicación de masas que ejerce una gran influencia en la sociedad. Independientemente de los objetivos que se plantee la programación, desde un punto de vista global podemos afirmar que la televisión educa, forma, influye en la cultura social de las audiencias, en las actitudes, en los valores, en los comportamientos, en el pensamiento, en la ideología,...

Y no estamos hablando sólo de programas informativos, debates o entrevistas, centrados en la temática de la diversidad o las necesidades especiales, sino cualquier programa, incluso anuncios de pocos segundos. Su impacto puede ser más efectivo que muchas horas de oratoria poco convincente. Así se afirma que toda la televisión es por tanto educativa: debates, películas, series, informativos, campañas publicitarias...

La televisión, desde su posición privilegiada como canal de comunicación que llega a millones de personas, puede cumplir y de hecho en ocasiones cumple un importante papel para cambiar estereotipos, evitar prejuicios falsos y colaborar a la plena integración de las minorías sociales. Entre tales minorías sociales están las personas con minusvalías, deficiencias o necesidades educativas especiales, las personas discriminadas, los marginados, las minorías culturales,... Y es interesante conocer qué imagen ofrecen los medios de comunicación, y en especial la televisión, de la diversidad y de los sujetos con necesidades educativas especiales.

Formar, informar, entretener

La televisión, en tanto que medio de comunicación masivo, comparte con todos ellos la trilogía de principios que, por repetida, se acepta como definitoria de este tipo de medios: Formar, informar y entretener.

Formar, dar forma lo entendemos como el proceso mediante el cual se modela algo en base a unos criterios establecidos. Si aceptamos el término formar, referido a los medios de comunicación, como sinónimo de educación, tendríamos que aceptar que no es que exista una cosa que se llama televisión educativa, es que toda la televisión es educativa.

Podría parecer que estamos ante una función próxima a la que puede ser la de la educación y la enseñanza, en tanto que proceso intencionado, pero a mi modo de ver la distancia que existe es muy significativa.

Cuando en los medios masivos se habla de formar, consciente o inconscientemente, se está haciendo referencia a la idea de formar una opinión en base a la información facilitada, información que, inevitablemente, ha de ser subjetiva, lo que impide la posibilidad de que el receptor cree sus propios significados con los elementos significativos facilitados por el medio.

Por el contrario la acción formativa, entendida desde la educación, pretende el mismo objetivo, pero poniendo a disposición del sujeto que se forma instrumentos de análisis, estrategias de pensamiento y fuentes de información diversas que le permitan establecer su propia escala de valores y significados.

Simplificando mucho, los medios tienen que ver con la imposición de unos contenidos y con ellos unos significados y la educación trata de desarrollar capacidades intelectuales y sociales que hagan posible que de forma individual, cada sujeto asigne significados a lo que le rodea.

Existe unos desarrollos del medio televisión que, de forma genérica, se denominan Televisión Educativa, y que responden al perfil de ser acciones que utilizan el sistema tecnológico de la televisión, en tanto que canal y medio de comunicación y que tienen una intencionalidad educativa en el sentido escolar, dando lugar a unos procesos singulares y muy diferentes de los presenciales, por lo que no deben confundirse estas aplicaciones de la televisión con la incorporación de la misma al aula.

¿Toda la televisión es educativa?. Evidentemente la televisión, como cualquier medio de comunicación que mediante un código establecido, (tanto por similitud como por convención), contiene información relevante con relación a cualquier tema, puede ser utilizada dentro de un diseño curricular concreto con intenciones educativas. Esta afirmación dista mucho de que generalicemos diciendo que la televisión, por sí misma, puede ser educativa. Es el contexto en el que se inscribe lo que le da sentido y significación pedagógica, no el medio. (Francisco Martínez. Universidad de Murcia)

La intencionalidad del medio. La intencionalidad del espectador

Hay una intención en quienes crean programas y otra intención en quien los oye y ve. No hay lectores o telespectadores inocentes, pero sí puede haber lectores o telespectadores indefensos. Queda el derecho de prepararse para afrontar y enfrentar el mundo de la imagen. Es necesario transformar la intención comercial de quien produce los impactos visuales en fuente y objetivo de investigación, de reflexión y de conocimiento crítico.

Don Quijote, dio más importancia de la necesaria a unos molinos, convirtiéndolos en su demencia en gigantes amenazadores. La televisión es un gigante -o molino- con pies de barro que se puede conocer y por lo tanto analizar. Esto lo hace vulnerable y susceptible de ser conducido por los propios espectadores y sobre todo por los sectores sociales responsables, que pueden y deben tomar parte en la tarea. El magnificar la importancia de la televisión, el creer que es algo lejano, intangible, o de difícil acceso a los profanos, puede originar situaciones de inferioridad que como a Don Quijote, conduzcan al fracaso. (Martínez-Salanova)

 

El espectáculo y el entretenimiento no son incompatibles con la cultura y la educación


- ¡La tele nos divierte y entretiene! Nos sirve como calmante y relajante de la actividad diaria, haciéndonos olvidar los estudios, las preocupaciones, etc. Además es la forma de diversión más barata y asequible, dado que para verla no tenemos que «pagar» nada. Para muchos es el único medio de distracción, ya que no tienen posibilidades de buscar otras alternativas.

- ¡Una ventana abierta al mundo! Transportando hasta nuestra propia casa y permitiéndonos ver desde nuestro sofá imágenes e informaciones de todas las partes del mundo. Noticias, acontecimientos, sucesos, historias nacionales, internacionales, locales, regionales... pasan en «procesión» por delante de nuestra vista en una cascada visual permanente, llena de sonidos y colores, transportándonos a otras realidades que nos serían imposibles de conocer por las dificultades de desplazamiento, tiempo, por problemas económicos... El «ojo» de la cámara nos conduce también a realidades casi imposibles e visionar sin su presencia: células captadas por potentes microscopios, planetas del Universo tomados con impresionantes telescopios, volcanes en erupción, imágenes de acontecimientos históricos irrepetibles, culturas primitivas en peligro de extinción, recorrido en directo desde la propia cabina del bólido en una pista de fórmula I, cámaras microscópicas puestas en porterías de fútbol para «atrapar» los goles, etc.

- ¡Mundos de conocimientos! La televisión nos adentra en los múltiples saberes que el hombre a lo largo de la historia ha ido siendo capaz de alcanzar. El mundo científico, cultural, histórico, lingüístico... sería un gran desconocido para gran parte de la población hoy día en toda su amplitud sin esta «cajita mágica» que nos acompaña en nuestra casa.

La tele aumenta nuestra información, no sólo en cantidad (múltiples mensajes a diario), sino también en calidad, porque junto a la información verbal, se nos ofrecen imágenes de los acontecimientos, con sonidos auténticos de los hechos, desde sus propios lugares de origen y en el mismo momento en que ocurre, a pesar de estar a miles de kilómetros. En definitiva, un conocimiento integral, a veces, incluso mucho más completo, riguroso y «cercano» que la visión directa. ¿Qué ocurre en la retransmisiones deportivas? El ojo de la cámara percibe detalles, planos, nos aporta informaciones que nunca seríamos capaces de poseer en el visionado directo.

- ¡Mundos de fantasía! Además la tele nos lleva a mundos originales y fantásticos creados sólo en la imaginación de los hombres, que antes sólo podían conocerse con los cuentos de tradición oral, y que hoy la pequeña pantalla nos enriquece en variedad y riqueza a través de sugerentes y atractivas imágenes. La tele nos invade de un continuo torrente de mundos creados y de ficción que se suceden sin solución de continuidad, sin parecer tener nunca final.

- ¿Una buena compañera? En la soledad, en el aburrimiento, en el cansancio... la tele se hace fiel acompañante, amiga «insustituible» que nos guía, haciéndonos proyectar nuestros sentimientos y deseos en los personajes favoritos e ídolos de la pantalla. Se sufre, se llora, se ríe... se siente con ellos, llegando a sintonizar con sus vidas, sus formas de ser. Siendo personajes ficticios se nos hacen familiares, hasta el punto que los llegamos a conocer mejor que a nuestros vecinos, conocidos amigos e incluso parientes.

- ¡Nos enseña a convivir! Nos ofrece en un mismo menú todos los sentimientos que caracterizan y definen a los hombres: los buenos y los malos, los violentos y amorosos, los tristes y alegres... Nos convierte la pequeña pantalla en el escenario de la vida, dejando al descubierto todos los valores -y contravalores- que afloran en la condición humana. La tele, al mismo tiempo, nos permite acortar diferencias entre generaciones y clases, ofreciéndonos productos que mantienen la atención y el interés de niños y mayores, de pobres y ricos...

- ¡Nos abre de par en par la cultura del pueblo! Tradiciones, costumbres, fiestas, folklore, música, artes... todo tiene entrada en este «ojo mágico» que absorbe en sus 625 líneas todos los espectáculos que destilan las raíces culturales de los pueblos.

- ¡Siempre está a la mano! No necesita preparación y cuando se pulsa el botón, todo se nos echa encima: imágenes espectaculares, sonidos armoniosos, movimiento, luces... sin necesidad de conocimientos previos, sin saber «leer» sus mensajes más allá de la mera intuición de comprender sus imágenes. La tele nos pone a nuestro alcance el «espectáculo del mundo».

- ¡Conecta las culturas! La tele abre puntos de encuentros entre universos culturales distintos. Puede homogeneizar y destruir variedades dialectales, pero también tiene potestad para enlazar pueblos, buscar puntos de vista en común, relacionar culturas antagónicas...

- ¡Vende los valores de la comunidad! Nos socializa mostrando modelos de referencia, pautas de comportamiento, estilos de vida consensuados a nivel social que abre perspectivas al civismo, a la convivencia, al nacionalismo... (Basado libremente en Yarce (1993): Televisión y familia. Madrid, Palabra. Aguaded. Caja mágica)

 

La responsabilidad de la educación en los medios de comunicación.


Impulsar en las aulas la lectura crítica de la televisión

En las aulas se aprende lenguaje escrito y oral y se realizan análisis de textos escritos. Sin embargo no existen todavía sistemas completos estructurados, normativas o lineamentos metodológicos claros, que enfoquen sistemáticamente un análisis de los medios de comunicación. Algunos programas educativos presentan la teoría sin plantearse el análisis de la imagen, de la información, del sonido o de la técnica. En escasas ocasiones se llega a propiciar la práctica real.

La base ideológica que sustenta la pedagogía y la didáctica actual tiene sin embargo en cuenta los medios de comunicación como elementos, medios y estrategias transversales a todos los demás procesos de aprendizaje. Esto exige el aprendizaje de la lectura, comprensiva primero y posteriormente crítica y práctica, de los medios de comunicación y de sus procesos.

La televisión es necesario conocerla, interpretarla, desmitificarla, producirla y desenmascararla: un esfuerzo que deben realizar todos aquellos que tienen que ver con el mundo de la educación. Para ello hay que analizar sus contenidos -profundizarlos y leerlos críticamente- con el fin de adaptarlos a nuestra cultura. Hay que comprender el medio en sus aspectos técnicos con el fin de dominarlo y si es necesario "defenderse" de sus impactos negativos.

 

Implicación de todos los integrantes del proceso educativo.

La televisión nos informa de hechos que antes ignorábamos. La violencia -parece ser- es menor en el mundo hoy día que hace cincuenta años. Sin embargo por televisión la vemos en su totalidad. Durante la primera guerra mundial los turcos hicieron desaparecer un millón novecientos mil armenios. Pocos habitantes del mundo se enteraron entonces de lo que el pueblo armenio no olvidará jamás. Hoy sabemos inmediatamente, por informaciones acompañadas de imágenes en directo, de los horrores de la guerra en cualquier lugar del globo. «El mundo instantáneo de los medios informativos eléctricos nos implica a todos, a un tiempo» (Mcluhan)

Es preciso implicarse como educadores o como consumidores de imagen en la formación personal hacia medios y mensajes y procurar que los sistemas educativos, familiares, regionales, estatales y sociales, hagan inexcusable un diseño de enseñanza- aprendizaje en el que se consideren los medios de comunicación y su análisis crítico.

Por ser la televisión un medio tecnológico y comunicativo de primer orden hay que actuar positivamente ante sus posibilidades y consecuencias. Es necesario que la televisión contribuya a la educación permanente, que complemente con sus procedimientos la investigación y apoye los fundamentos del conocimiento y del aprendizaje.

 

Exigir la producción de programas educativos para todas las edades.

A veces se ha confundido programa educativo, cultural o pedagógico con emisiones plomizas de sesudos eruditos busto parlantes. Se han realizado abundantes intentos a lo largo de la historia de la televisión en España de proporcionar a niños y adolescentes programas culturales o educativos. Algunas de estas tentativas tuvieron cierto éxito. En la actualidad, gracias a los índices de audiencia, se hace improbable que se pueda repetir el experimento a no ser que organismos, asociaciones, o ciudadanos organizados, presionen a las cadenas de televisión para establecer este tipo de programas.

Hace varios años colaboré en la segunda etapa del programa infantil "Barrio Sésamo" -se está trabajando actualmente en la tercera etapa- y debo destacar las premisas más importantes sobre las que estaba construido. El programa se hacía al 50 por ciento en España- Estados Unidos. Un inmejorable diseño previo -para niños de alrededor de seis años-, un análisis de la situación en todo el país, objetivos claros, trabajo en equipo, asesores especializados, seguimiento constante, nos forzaban a asesores y guionistas a lograr -o por lo menos a intentarlo- un grado de calidad que hizo que el programa haya pervivido con éxito varios años. (Martínez-Salanova)

 

Poder pensar, poder crear, poder disfrutar.


Aprendizajes que puede aportar la televisión

Los programas televisivos pueden facilitar a los niños los siguientes aprendizajes

Facilitarles a fijar la atención en personajes y hechos.

Facilitarles conocimientos.

Desarrollar su sentido espacial.

Proporcionar información sobre el mundo, la vida, otros lugares.

Ponerles en contacto con grupos étnicos diferentes.

Estimular su interés intelectual y su curiosidad científica.

Despertar emociones en el ámbito de la estética.

Remitir a otros medios como la lectura, la radio, etc., para lograr una educación multimedia.

Dar una baraja de opciones respecto a los estereotipos sociales.

Mejorar el concepto que puedan tener respecto a los diversos grupos que configuran una sociedad pluralista.

Educar en la convivencia pacífica y democrática.

Cambiar actitudes delictivas o comportamientos del mismo género. Por ejemplo, violentos.

Fomentar el respeto hacia sí mismo en grupos oprimidos o minoritarios.

Dar una imagen positiva de la vida.

Educar en valores éticos y sociales, socializando con arreglo a dichos valores.

Despertar la imaginación remitiéndoles a mitos y fantasías constructivas, a grandes ideales y a héroes benéficos y positivos.

Aportar un lenguaje completo, no sólo diálogos banales, formulas v muletillas.

Mejorar la educación de aquellos niños que atraviesen por cualquier situación de desventaja.

Elevar el nivel de educación, tanto del Tercer Mundo, como en lo que se conoce ya como Cuarto.

En conjunto, podría lograr -si no hubiera tantos intereses económicos- que los pequeños telespectadores fueran críticos activos en vez de meros consumidores pasivos de imágenes de «consumo inmediato, de usar y tirar que, sin embargo, como está comprobado, se mantienen en los lugares más profundos de nuestra memoria». (Lolo Rico 1994 en Aguaded Caja Mágica)

 

Sugerencias para la realización del guión


Sugerencia de actividades e imágenes

Comparar varios tipos de debates televisivos: Desde la confrontación total y la falta de respeto, la seriedad, el diálogo sereno, etc. Presentarlo como diferentes tipos de modelos. Explicar valores positivos del diálogo y negativos de la confrontación sin sentido.

Imágenes de diálogo familiar, en las aulas, etc.

Imágenes de debate en las aulas a partir de programas de la televisión

Diferenciar

§  televisión educadora. Imágenes de gente comprometida, debates en los se dialoga, diversión y risa, algún reportaje…

§  televisión educativa: imágenes de Barrio Sésamo

§  televisión instructiva. Imágenes de Documentales

La televisión en algunos momentos puede cumplir las tres funciones al mismo tiempo

Presentar imágenes de personas trabajando, en familia, en diversión, en el dolor… etc la vida cotidiana en la televisión

 

Bibliografía


FERRÉS, J., (1994): "Televisión y educación". Barcelona. Paidós.

GÜELL, M. y MUÑOZ, J. (1996): "Sólo sé que no sé nada". Ariel. Barcelona.

MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. (1994): "Los medios en la cultura y la sociedad actual", en Comunica 2.

MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. (1999): "Educar para la lectura crítica de la televisión” en Andalucía Educativa, nº 12, pág. 28.

MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. (2001): "El lenguaje vivo de los medios. Un paso más para la lectura crítica” en Comunicar 17, pp. 49-55.

MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. (2001): "Valores de la comunicación y comunicación de los valores", en el libro “Actas del encuentro de grupos de trabajo”, Páginas 15-29. Málaga. Centro de Profesorado

MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. (2005): "El poder de la comunicación", en el libro “El poder de la palabra”, Páginas 23-26. Granada. Arial Ediciones.

MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. y PERALTA FERREYRA, I. (1994): "Aprender la realidad con los medios de comunicación", Sevilla, Grupo Pedagógico Andaluz «Prensa y Educación».

MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. y PERALTA FERREYRA, I. (1996): "La educación para el consumo crítico de la televisión en la familia”, en Comunicar 7, pág. 60-68

MARTÍNEZ-SALANOVA, E. (1994): «Educación para la lectura crítica de la televisión», en Comunicar, 4. Huelva, Grupo Pedagógico Andaluz «Prensa y Educación».

MARTÍNEZ-SALANOVA, E. (2005): « Ciudadanos y pantallas: pasividad o responsabilidad», en Comunicar, 25

MCLUHAN, M. (1967): "El medio es el masaje. Un inventario de efectos". Barcelona. Paidós. Reimpresión (1992)

PERALTA FERREYRA, I. (2005): “El televisor: La pantalla estrella. El acto educativo ayuda a superar la dicotomía entre realidad y ficción”, en Comunicar 25

RICO, LOLO, (1994): "El buen telespectador. Cómo ver y enseñar a ver televisión". Madrid. Espasa Calpe.

RICO, LOLO, (1994): "TV fábrica de mentiras. La manipulación de nuestros hijos". Madrid. Espasa Calpe.

 

Anexo: El poder de la comunicación. De Enrique Martínez-Salanova Sánchez


«La palabra es un poderoso soberano, que con un pequeñísimo y muy invisible cuerpo realiza empresas absolutamente divinas. En efecto, puede eliminar el temor, suprimir la tristeza, infundir alegría, aumentar la compasión»

Gorgias, en Elogio de Helena.

Las especies vivas nos comunicamos de muy diferentes formas. Es la especie humana la que ha elaborado el más complejo e interesante sistema de intercambio de mensajes que existe. Nada es tan poderoso como el lenguaje, y su expresión más señera, la palabra, esa herramienta que usamos a diario para comunicarnos, puede ser tan útil o perjudicial como se le aplique.

Sin embargo, la palabra es solamente un modo más de los muchos que la humanidad tiene para expresarse.

La palabra llegó a la humanidad cuando el pensamiento, necesitó de formas más complejas y perfectas de trasmisión y de manifestación entre las personas. El gesto, que siguió a la elaboración manual de objetos, quedó corto como elemento comunicativo y la evolución hizo que el cuerpo humano en toda su extensión se dispusiera a ejercer como medio comunicativo. La palabra es pues, un gesto más que se hizo sonido. Por eso se complementa la palabra hablada como la no pronunciada, la que se emite por gestos, por signos, con trazos en la pared o en papel, por medio de dibujos o emitiendo silbidos a través de la montañas. La palabra se hace tacto para los ciegos, banderas para los marinos y sonidos en el campo. La palabra cobra múltiples representaciones y formas, según en qué lugar, época o estilo se encuentre.

Cambios vertiginosos en el vehículo de la cultura

El lenguaje se transforma, y transforma, constantemente en nuestras sociedades, ofreciendo a la especie humana abundantes recursos para sus investigaciones y para el intercambio cultural, haciendo evolucionar tanto los sistemas sociales, de interrelación, como los educativos y políticos. La visión actual del mundo y de la especie humana pugna con los propios valores, poniendo en solfa los conocimientos que se van acrecentando acerca de la propia realidad humana y de su incierto futuro. Los diferentes lenguajes son a la vez vehículo de cultura y producto cultural, por lo que se genera una dialéctica intrínseca a la sociedad, a la que la sociedad no puede ser ajena.

Los valores simbólicos del lenguaje llevan a la comprensión de los elementos menos tangibles de los cuerpos de costumbres. Los nuevos valores provocan inéditos planteamientos que la ética va considerando. Los ideales que guían la conducta y regulan los símbolos, las leyes, las convenciones y los sistemas comunicativos, se nutren de recientes descubrimientos mientras revelan la solidez y al mismo tiempo, dialécticamente, el cambio de algunas de las raíces más profundas de la cultura misma. Si el lenguaje es el ‘índice de la cultura’ para los antiguos antropólogos, bien es verdad que son los simbolismos los que nos autorizan a considerar el lenguaje como ‘vehículo de costumbres’, en su sentido más amplio.

La palabra oímos constantemente hasta el punto de que le restamos la importancia que tiene, pero la humanidad hace uso de ella y de su riqueza desde los albores. Se vio coloreada con ocres y carbones grasos en recónditas cuevas, esculpida en pictogramas, textos y bajorrelieves, pintada al fresco salones y necrópolis, en todos los idiomas conocidos y en la infinidad de estilos artísticos, ornamentando libros sacros y textos libidinosos, templos y harenes.

Cambia la palabra y la amplitud de su importancia cuando cambia el medio, grabada en piedra o cantada en rezos, salmodiada, hecha lírica y prosa, trovada, acompañada de música, impresa, escrita en libros y periódicos, en revistas y radios, multiplicada hasta el infinito por Internet, empobrecida en mensajes digitales, enriquecida otra vez por las vanguardias literarias, el cine y la fantasía tecnológica.

Mediatizada por la tele, que crea lenguaje, lo homogeneiza y lo transforma, hace familiar lo mal dicho y lo peor gesticulado, el dialogo malsonante, los modos vulgares y procaces, mientras sigue expresada desde púlpitos y ágoras, desde lugares civiles y de culto,

 

Durante los últimos años se ha producido un cambio vertiginoso en el lenguaje, producido sin duda por la inmediatez de los medios tecnológicos. Se hablan idiomas, se entremezclan signos, símbolos y sonidos, nos entendemos mediante códigos comunes a todos los idiomas, mientras que en el mundo de la tecnología digital se perfila un idioma común en el que predominan los iconos, el inglés adaptado a cada lugar y los movimientos y sonidos de una era globalizada. Esta realidad nos proporciona percepciones diversas a las de las generaciones anteriores y nos obliga a pensar que las generaciones que vienen poseerán expresiones y modos de actuar ante el lenguaje muy distintas a las nuestras. Debemos aceptar esta realidad con el fin de que el sistema lingüístico siga siendo un cúmulo de procesos abiertos a los cambios culturales y tecnológicos que harán posible la supervivencia de la especie humana.

Si retrocedemos nada más que un tiempo relativamente corto en nuestra historia, nos encontramos que, si bien nuestra cultura ha conocido la escritura durante muchos siglos, los cambios no siempre fueron tan rápidos como los que vemos en los últimos diez años.

Tradicionalmente procedemos como si, en su velocidad, la evolución cultural fuera a la par de la biológica. Las decisiones sobre aspectos éticos las tomamos mirando hacia atrás, nunca hacia delante, cuando ya se habla de ética del “mínimo común”, seguimos dando por sentado que la moral está tan anquilosada como pretendemos que lo esté el lenguaje.

Una imagen vale más que mil palabras, dice el aforismo, o una palabra vale más que mil imágenes, podemos asegurar a veces. El fondo está en el pensamiento, en la reflexión serena expresada de mil formas, ya sean imágenes, palabras o gestos. Con mil palabras se puede explicar una imagen, con mil imágenes se pueden explicar millones de palabras. El mundo de los medios de comunicación

«Cuatro personas habíamos visto lo mismo, pero lo habíamos interpretado de manera distinta. O sea, que no habíamos visto lo mismo. Cada uno de nosotros puso en funcionamiento un esquema sentimental diferente» (Marina). Si esas cuatro personas trabajan juntas sobre sus diferentes apreciaciones, posiblemente estén más cerca de conseguir la realidad que si permanecen en su concepción individual. El lenguaje aunará esfuerzos, la palabra servirá de nexo de unión entre las diversas interpretaciones, logrando que la realidad sea consensuada, solidaria, interpretada en común, comunicada. Lo que muchos vemos e interpretamos de diferentes formas podemos ajustarlo, acordarlo, mirarlo juntos en mediante palabras, en comunicación.

Las palabras se las lleva el viento, lo escrito, escrito está.

La palabra es cosa de dos cuando se da en diálogo, pasa a ser cosa de tres, cuando se convierte en medio comunicativo quien piensa, quien habla quien interpreta.

La narración mosaico, producto de la era digital, engendra un acercamiento ficticio entre lo que se percibe y la realidad. Vemos, oímos, sentimos, realidades que no están cercanas ni en el tiempo ni en el espacio. Este fenómeno, presente ya en los medios electrónicos, se agudiza en la era digital. Podemos percibir mensajes sin distancia de tiempo, en directo, pero a miles de kilómetros –o años luz- de distancia en el espacio. Esta situación nos crea ambivalencia, esquizofrenia, desorientación, y en la mayoría de las ocasiones, indiferencia. Somos capaces de atender varios mensajes a la vez, nos convertimos en adictos de la lectura rápida de la misma manera de que de la comida rápida. Como afirmaba Woody Allen «Tomé un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme Guerra y paz en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia». Perdemos así la filosofía y la reflexión de las palabras y de la ideas. Hacemos zapping no solamente para ver la televisión; lo hacemos también para leer y para oír a otras personas; conectamos y desconectamos constantemente nuestro pensamiento, nuestra conversación, nuestra vida.

La solidaridad, el respeto, sentir lo que sienten los otros, decidir posiciones ideológicas, son productos elaborados del pensamiento y de la voluntad, que dependen cada día más de la percepción-mosaico que provocan los medios de comunicación. Dicho de otra manera: las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación tienen una gran responsabilidad en la educación selectiva de los valores. ¿Seremos capaces de educar para convertir la percepción múltiple en un pensamiento reflexivo, integrado, comunicador?.

La palabra ha sido durante toda la historia censurada, interpretada, malinterpretada, hecha demagogia, vehículo del engaño, el sofisma y la mentira. La palabra con mayúsculas no existe. Sí existen personas que la usan con honestidad y verdad. La palabra es vehículo de la comunicación y no tiene valor en sí misma, sino en quien la dice, en quien la escucha, en quien la lee o en quien la interpreta.

La palabra puede enmascarar la verdad. El aspecto negativo de la expresión, no hables que te comprometes. «A palabras necias oídos sordos», «Oveja que bala bocado que pierde» «En boca cerrada no entran moscas». Son refranes españoles que expresan la importancia de lo que se dice.

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez