Au revoir, les enfants

Adiós, muchachos

 

Infancia, amistad, pérdida de la inocencia, lealtad y antisemitismo en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

 

Enrique Martínez-Salanova Sánchez

 

 

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El puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine/Glosario de cine


Louis Malle reconstruye un hecho de su infancia


 Adiós muchachos está realizada en un tono absolutamente autobiográfico, pues Louis Malle reconstruye su propia infancia a partir de hechos reales. La relación del niño con la madre, a la que adora y respeta, y su hermano mayor, que le permite el placer de lecturas como las 1001 noches, se corresponde absolutamente con la vida de Malle. También cierto odio y desinterés hacia su padre (presente en la historia por leves comentarios). El cineasta francés desvela públicamente los fantasmas de su infancia, básica para su posterior formación cultural, sentimental y cinematográfica. El filme, hermoso, sutil y contenido, de exquisita sensibilidad e impecable construcción narrativa, aborda temas como la infancia, la amistad, la pérdida de la inocencia, la lealtad o el antisemitismo en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

A los 55 años y con una sólida y reconocida carrera profesional a sus espaldas, el maestro de la nouvelle vague se atreve a saldar por fin cuentas con su pasado rodando la película que siempre había querido rodar y para la que llevaba preparándose psicológicamente más de media vida. En esta sutil y delicada obra maestra Malle lleva a la pantalla uno de los recuerdos que más marcaron su infancia y posterior existencia, un recuerdo traumático y doloroso que nos traslada a una fría mañana de enero de 1944 en el patio del Pequeño Colegio del Carmen, un internado católico al sur de París cerca de Fontenebleau en el que el futuro cineasta cursaba estudios. Un recuerdo que persiguió a Malle hasta el final de sus días. Es la propia voz del realizador la encargada de cerrar el film para ratificarlo. “Han pasado – confiesa- más de 40 años [de aquello] pero hasta el día de mi muerte, yo recordaré cada segundo de esa mañana de enero”.


“Han pasado más de cuarenta años, pero, hasta mi muerte, recordaré cada segundo de aquella mañana de enero”.

Palabras de Julien ya adulto (pronunciadas en off por el propio Malle). Secuencia final en el patio del internado tras el registro llevado a cabo por la Gestapo.


Au revoir, les enfants


Adis, muchachos

1987. Francia. 104 min.

Dirección, producción y guión: Louis Malle.

Basada en los recuerdos de infancia del propio director francés, Louis Malle.

Fotografía: Renato Berta.

Montaje: Enmanuelle Castro.

Intérpretes: Gaspard Manesse, Raphaël Fetjo, Francine Racette, Stanislas Carré de Malberg, Philippe Morier-Genoud, François Berléand, François Négret.

Sinopsis: Durante la ocupación alemana en Francia, en un colegio interno para chicos, dirigido por religiosos católicos, Julián, un muchacho de trece años, queda impresionado por la personalidad de Bonnet, un nuevo compañero que ingresa en el colegio.

Premios: León de Oro, siete Césares y dos nominaciones a los Óscar (mejor guión original y mejor película de habla no inglesa).


Ascensor para el cadalso (1957) con Jeanne Moreau,

Benoît Ferreux y Louis Malle en "Le Souffle au coeur" (1971)

 

Louis Malle. Biografía. (1932 -1995)


https://es.wikipedia.org/wiki/Louis_Malle

Fue camarógrafo, guionista, documentalista y director de cine francés, realizador de notables películas y documentales. Empezó a dirigir en Francia en 1955; luego, vivió y trabajó en Estados Unidos de 1978 a 1986, pero regresó a su país en 1987, donde continuó su obra.

Estudió Ciencias Políticas en la Sorbona, y por estos años surge su determinación de convertirse en cineasta, pese a la oposición de la familia.

Formó parte del equipo de filmación en el barco Calypso de Jacques-Yves Cousteau, como asistente de dirección y camarógrafo en el documental El mundo del silencio, por el cual recibió la Palma de Oro en el Festival de Cannes, junto con Jacques-Yves Cousteau.

Trabajó con Robert Bresson en Un condamné à mort s'est échappé, cuando se iniciaba el movimiento de la Nouvelle vague, al que nunca perteneció, ya que desarrolló su propio camino en paralelo, solo, según sus propias motivaciones.

Dirigió su primer largometraje a los 25 años, Ascensor para el cadalso (1957) con Jeanne Moreau, y más tarde Los amantes (1958), también con Jeanne Moreau, en la que atacaba a la burguesía.

Rodó películas que crearon grandes polémicas, el incesto y la ocupación nazi, por la forma de tratar los temas que no gustaron a la sociedad francesa de entonces, y partió para Estados Unidos donde filmó, entre otras películas, La pequeña (1978) con la joven Brooke Shields y sobre todo Atlantic City (1980), con Burt Lancaster y Susan Sarandon, donde relata las desventuras de un pícaro retirado y de su vecina.

Cuando regresó a Francia en 1987 volvió a tratar el tema que le había hecho marcharse: la ocupación nazi en Francia, a través de Adiós, muchachos (1987).


Los recuerdos de Louis Malle para su película Adiós, muchachos.


Después de pasar una década en Estados Unidos, donde sus trabajos no obtuvieron demasiado éxito crítico ni comercial, un Louis Malle decepcionado y con ganas de reivindicarse, regresó a su país natal, Francia, para rodar su película más personal y autobiográfica.

"Au revoir les enfants se basa en el recuerdo más dramático de mi infancia. En 1944 tenía 11 años y estaba interno en un colegio católico cercano a Fontainebleau. Me intrigó mucho el compañero llegado después de iniciado el curso. Era distinto, secreto. Empecé a conocerlo, a amarlo, pero aquella mañana en que la Gestapo irrumpió en la escuela todo se vino abajo. Quizá deba situar en aquel momento las raíces de mi vocación de cineasta. Es mi manera de ser fiel, de mantener un punto de referencia con el pasado. Hubiera debido ser el tema de mi primera película, pero dudaba, no me sentía seguro".

Julien Quentin es, en la película, alter ego de Malle, un chico de 12 años, segundo de los hijos de una familia parisina de clase media alta y posición acomodada. En octubre de 1943 y los alemanes ocupan París, aunque todo indica que falta poco para que se marchen, la situación amenaza con recrudecerse, por lo que los Quentin deciden enviar a sus hijos a estudiar a un internado religioso a las afueras de la ciudad. A poco de iniciarse las clases llega al centro un nuevo alumno llamado Jean Bonnet, un muchacho avispado e inteligente de origen judío que enseguida capta la atención de Julien. Los dos chicos traban desde el primer momento una bonita amistad que se cimentará en los meses siguientes a través de juegos, lecturas, conversaciones… Todo cambia de raíz el día en el que dos miembros de la Gestapo irrumpen en el aula de Quentin y Bonnet y se llevan a este segundo junto a otro compañero y al propio superior del colegio acusado de haberles dado cobijo. De inmediato, todos los alumnos son convocados en el patio del centro donde se produce el encuentro final con los prisioneros y la emotiva despedida que da pie al título de la obra.

Y quizá la de mayor reconocimiento de toda su carrera, puesto que obtuvo el León de Oro a la Mejor película en el Festival de Venecia y hasta siete Premios César, incluyendo los de Mejor película y Mejor director.

Louis Malle fue un director que comenzó su carrera de forma casi contemporánea a la Nouvelle Vague, aunque no se puede decir que perteneciera a ese grupo. Creo que no le ayudó compartir tiempo con Truffaut, Godard y compañía, de cara a ser más reconocido. Sin embargo, dirigió películas muy notables en aquella época, como Ascensor para el cadalso, o Los amantes. Pero es en 1987, cuando dirige la obra cumbre de su filmografía, Adiós, muchachos.



Maurice Schlosser, abajo a la izquierda, 1943.  Convento de carmelitas, Avon.

Petit Collège des Carmes en Avon

Campo de concentración de Drancy

La realidad de los hechos


Las cosas no sucedieron exactamente como relata la película. Hans Helmunt Michel, el chico en el que está basado el personaje de Bonnet, llegó al internado donde estudiaba Malle apenas iniciado el curso del 43 después de haber pasado toda una serie de calamidades y penurias. Su padre, un médico judío de Frankfurt, se suicidó cuando el pequeño sólo contaba 3 años y su madre acabaría siendo arrestada años después en París por la policía francesa en la célebre “redada del Velódromo de Invierno”. Hans pudo escapar junto a su hermana menor y encontrar refugio en el hogar de una amiga de la familia que más tarde conseguiría que lo admitieran como alumno del Colegio del Carmen por mediación de su director, el padre Jacques. Sin embargo, a diferencia de lo que se nos cuenta en la película, Michel y Malle nunca fueron amigos; es más, según confesaría más tarde, el segundo no sintió en ningún momento simpatía alguna por su nuevo compañero.

La captura de los niños judíos quedó en el corazón de Louis Malle, y su recuerdo le persiguió toda la vida. En los comienzos de su carrera, el cineasta barajó la posibilidad de contar cómo hubiese sido esa amistad, pero no pudo. La tarea le llevó más de 40 años, tal es el peso de los recuerdos y de la culpa.

Resulta especialmente sobrecogedor que la amistad que se nos narra en la película nunca existiera, que sea solamente una proyección de su director que se vale de la magia del cine para convertir en realidad una situación personal traumática.

El niño judío

Hans-Helmut Michel, el Bonnet de la película, nació en 1930 en Frankfurt, Alemania. Su padre, Heinrich Michel, nacido en 1895, médico, judío alemán, se suicidó alo 38 años. Su madre, Toni, se volvió a casar con Berthold Rosenfeld, y la familia se mudó a Prusia Oriental en 1935 y a Danzig con los dos hijos, Laure, de 15 años, y Hans-Helmut, de 7. Laure y su tía llegaron a París en abril de 1938 y su madre, su abuela, su padrastro y su hermano pequeño llegaron en julio de 1938.

Durante la redada de Vel d'Hiv, el 16 de julio de 1942, Hans-Helmut es arrestado junto con su madre, Toni, por la policía francesa. Es liberado y puede refugiarse con su abuela, mientras que Toni Michel Rosenfeld es conducido a Drancy y será deportado. El 28 de diciembre, Hans-Helmut, Laure y Berthold Rosenfeld fueron arrestados. Berthold será llevado a Drancy y deportado sin regresar a Auschwitz.

Los dos niños lograron escapar y tras varias vicisitudes algunas personas se pusieron en contacto con la Madre Louisa, la Superiora de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Sión, quien les proporcionó a los dos niños documentos falsos y un refugio. Junto a otros niños judíos, Maurice Schlosser y Jacques Halpern, fueron acogidos por el padre Jacques y en septiembre de 1943 ingresaron en el Petit Collège des Carmes en Avon.

El sábado 15 de enero de 1944, los soldados de la Wehrmacht rodearon el colegio. Los tres niños judíos, Hans-Helmut Michel, Maurice Schlosser, Jacques Halpern y el padre Jacques, director del colegio, fueron arrestados por agentes de la Gestapo. El director, antes de abandonar el patio, se vuelve hacia los estudiantes sonriendo y grita "¡Adiós, niños! ".

Los 3 niños fueron encarcelados en la prisión de Melun, y transferidos al campo de Drancy el 18 de enero de 1944 y el 3 de febrero son deportados sin retorno por el convoy 67 a Auschwitz y gaseados tan pronto como llegan. El padre Jacques, entró en la prisión de Fontainebleau y fue deportado después al campo de Mauthausen-Güsen.


Père Jacques de Jésus - Lucien Bunel


Père Jacques de Jésus (1900-1945) Père Jacques de Jésus fue un fraile carmelita y director del Petit Collège Sainte-Thérèse de l'Enfant-Jésus.

 Enfadado con las políticas nazis, el padre Jacques creó la escuela para niños en Avon, Francia, un refugio para jóvenes que intentaban evitar el reclutamiento forzoso en Alemania y para los judíos. En enero de 1943, inscribió a tres niños judíos, Hans-Helmut Michel, Jacques-France Halpern y Maurice Schlosser, como estudiantes con nombres falsos. También ocultó a un cuarto muchacho judío, Maurice Bas, como un trabajador en la escuela; protegió al padre de Schlosser con un aldeano local; y ubicó al notable botánico judío, Lucien Weil, en la facultad de la escuela.

 Informado de las actividades del fraile carmelita, la Gestapo se apoderó del Père Jacques y de los tres estudiantes judíos el 15 de enero de 1944. Weil, su madre y su hermana fueron arrestadas en su casa ese mismo día. El 3 de febrero de 1944, las autoridades alemanas deportaron a los niños y a la familia Weil a Auschwitz, donde perecieron. Père Jacques fue encarcelado en varios campos nazis antes de ser liberado por las tropas estadounidenses en Mauthausen a principios de mayo de 1945. Sufriendo tuberculosis y pesando solo 75 libras, murió varias semanas después.

 En 1985, el centro de recordación del Holocausto israelí, Yad Vashem, reconoció póstumamente al Père Jacques como uno de los "Justos entre las Naciones". Dos años más tarde, el cineasta francés Louis Malle rindió homenaje a su antiguo director en la película "Au revoir les enfants".



Nazismo. Papel de la Iglesia católica y de algunos de sus miembros


Adiós, muchachos es una magnífica película para reflexionar acerca de qué papel jugaron los franceses en la ocupación y cuál fue la actitud de la Iglesia durante los años del nazismo.

¿Existió la resistencia? Sí ¿Fue tan numerosa como el cine y la literatura nos han hecho creer? En absoluto. La realidad es que la inmensa mayoría de la sociedad francesa fue pasiva ante la ocupación nazi. La realidad es que muchos más franceses de los que luego ellos quisieron admitir fueron colaboracionistas (la secuencia de un padre levantándose indignado, mientras escucha un sermón en el que el cura habla de justicia social, también es muy reveladora en ese sentido). Y la realidad es que los focos de resistencia fueron escasos, aunque absolutamente admirables. Esos focos de resistencia se dividieron entre los que lucharon, como una guerrilla, contra los ocupantes, y los que, como en el caso que nos ocupa, escondieron a personas (judías, sobre todo) perseguidas por los criminales nazis. En ambos casos, pagaron, en muchas ocasiones, con su vida.

Y luego está el papel de la Iglesia católica. Aquí conviene separar la reflexión en dos partes. Por un lado, la jerarquía católica, la Iglesia como institución. Por otro, del que se ocupa la película, el valor de muchos religiosos, que, a título personal, se jugaron la vida para ocultar a perseguidos por el nazismo.

Poca gente puede poner en duda, hoy en día, que la Iglesia católica, como institución, mantuvo, durante los años del nazismo, tanto antes como durante la II Guerra Mundial, una actitud pasiva, bochornosamente neutral. Hacer llamamientos a la paz y la concordia entre pueblos, durante aquellos años negros, es como mirar para otro lado durante una violación y luego llamar al entendimiento entre hombres y mujeres. Esta es una mácula que difícilmente podrá limpiarse la Iglesia católica (la película de Costa Gavras, Amén, trata sobre este tema). Contrasta esta actitud con la que mantuvieron algunos religiosos, que pusieron en peligro sus vidas, para evitar que muchas personas fuesen llevadas a campos de concentración.

 

 


©Enrique Martínez-Salanova Sánchez