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El siglo XV

 

Publicado en «El puntero de don Honorato, el bolso de doña Purita y otros relatos para andar por clase». Facep, Almería, 252 págs. Segunda Edición. Grupo Comunicar. Huelva. 1998.

Los dibujos son de Pablo Martínez-Salanova Peralta

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El untero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine/Glosario de cine


 

 

 

El siglo XV


El siglo XV, según todos los datos a mi alcance, es el siglo que comenzó en el año mil cuatrocientos y que además, para ser más exactos, va inmediatamente después del siglo catorce y antecediendo al siglo dieciséis.

 Tras esta erudita y documentada introducción podemos erróneamente pensar que todo está tan claro como la luz del día y que simplemente con establecer las fechas el siglo XV queda definitivamente enmarcado en la historia, tanto en la de antes como en la de después, porque todo tiene su comienzo y su fin, su base y fundamento en lo precedente y sus resultados en su consecuente.

Pues no. No es exactamente así. Nada es tan claro ni tan exacto como a primera vista parece, y como se demuestra en este relato, la objetividad de las interpretaciones históricas hay que asirla con pinzas.

Y me remito a otros hechos, tan históricos como el que más, porque fui testigo ocular de ellos. Muchos pueden pensar que existe un solo siglo XV, por ejemplo. Sin embargo en mi escuela, y posteriormente en el bachillerato, la cosa no se mostraba con tanta claridad, ya que en los libros de texto, que eran la verdad absoluta, y en los que nuestros profesores creían a pies juntillas, no había uno solo, sino multitud de siglos quinces, infinidad de siglos diez y seis, cantidad de siglos catorces, una variedad incalculable de siglos diecisietes y dieciochos, unos cuantos menos siglos diecinueves y casi ningún siglo veinte.

Porque en esos tiempos se estudiaba un siglo XV de Historia de España, y al curso siguiente un siglo XV de Historia Universal, y en otro libro un siglo XV de Historia del Arte, y en el mamotreto de al lado un siglo XV de Historia de la Filosofía. Incluso es de señalar que en el siglo diecisiete, o en cualquier otro siglo, todavía había más complicaciones, ya que se añadía además la Historia de América, en Arte, Acontecimientos, Filosofía y Literatura.

Todo por separado.

Y en Arte no digamos, porque se estudiaba un siglo quince o dieciséis de pintura, otro de escultura, otro de arquitectura, otro de literatura y otro de música, para armar mayor lío.

Y dentro de cada uno de ellos más siglos XV de pintura española, flamenca, italiana o francesa.

 Por todas estas razones, y algunas más de orden generacional, estábamos hechos un mar de dudas. Cuando nos preguntaban por el siglo XV, necesariamente debíamos devolver la pregunta, inquiriendo sobre cual de los siglos XV se trataba, si el de pintura, o el de música, o el de literatura afgana o el del cultivo de ikebana en el Japón.

Siempre quedaba el recurso de contar la socorrida historia del Descubrimiento de América poniendo cara de póker mientras tanto; con ello podía ocurrir que quedáramos francamente bien o equivocarnos de medio a medio cuando Don Honorato lo que realmente pretendía era que le hiciéramos una detallada exposición de las obras de Hyerónimus van Aeken, El Bosco para los amigos.

Y así pasaba lo que pasaba. Que con tanta historia partida en pedazos, en capítulos, en libros y en asignaturas se desembocaba a veces en hechos dramáticos a fuer de históricos.

 Como lo que le ocurrió a Gutiérrez, Paquito para los de la pandilla, cuando en un examen de los de antes, de esos de los de temblar, afirmó, ante una pregunta sobre el siglo dieciséis, que Carlos Primero de España era un hermano gemelo de Carlos Quinto de Alemania. Y es que Gutiérrez, tenía un gran problema, ya que además de ser el primero de la clase, leía una barbaridad. Y entre lo que leía, además de todos sus libros de historia, de geografía y de ciencias naturales se incluían también todos los libros de texto de su hermano mayor.

Y eso fue su ruina. Don Honorato había explicado muy claro que Carlos Primero de España era hijo de Doña Juana la Loca y de Felipe el Hermoso. Por su parte Paco había leído en los libros de texto de su hermano mayor que Carlos Quinto de Alemania era hijo de Doña Juana la Loca y de Felipe el Hermoso. Es decir: los mismos progenitores.

Y Gutiérrez, que como buen hijo de su época también se tomaba la historia por partes, y nunca había oído lo de que la historia es vida y que los hechos se repiten ni lo de que las cosas conforman un todo sistemático y estructurado, no se dio cuenta de que los árboles no le dejaron ver el bosque. Pero dejémonos de literatura y pasemos a los hechos.

Los hechos: A Gutiérrez en el examen le pasó lo que le pasó. Pensó que los dos Carlos, por ser hijos del mismo padre y de la misma madre, eran hermanos mellizos.

 Consecuencia: que sumó dos y dos: en este caso uno y uno, y vio dos Carlos donde solamente había uno, al revés que don Honorato, que le puso un cero donde dijo que se merecía dos, uno por cada Carlos.

 

© Enrique Martínez-Salanova Sán    n bn chez