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¡Allons, Allons!

 

Publicado en «El puntero de don Honorato, el bolso de doña Purita y otros relatos para andar por clase». Facep, Almería, 252 págs. Segunda Edición. Grupo Comunicar. Huelva. 1998.

Los dibujos son de Pablo Martínez-Salanova Peralta

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine/Glosario de cine


 

 

 

¡Allons, Allons! (ver nota 1)


El viaje de fin de curso lo hicimos aquel año a Lourdes. Si se nos hubiera consultado previamente y hubiéramos tenido la más mínima posibilidad de decidir lugares de destino, rutas a seguir o diversiones y actividades a desarrollar se hubiera organizado de muy distinta manera. Probablemente el periplo hubiera pasado por lo menos por Saint Tropez, que tiene nombre de santo, pero con más aliciente porque Saint Tropez es una playa de la Costa Azul famosísima, como decía Rosarito, por ser lugar de veraneo de príncipes azules y artistas verdes. Además está, de la misma manera que Lourdes, en Francia. 

Sin embargo, Doña Purita tenía sus propias ideas sobre el particular. Porque aparte de ser la única profesora que nos daba francés era la que, por supuesto, decidía sobre viajes, sobre las más diversas actividades, y sobre todo, y era lo más importante, sobre nuestras notas y por lo tanto sobre la tranquilidad de nuestras conciencias y la buena o mala cara de nuestros padres. Por estas evidentes y razonables razones, valga la redundancia, todos los años el viaje de fin de curso se hacía a Lourdes y de paso que aprendíamos más francés, Doña Purita le ponía unas cuantas docenas de velas a la Virgen y le traía a su santa madre unas garrafitas de agua milagrosa por si fuera el caso de que le aliviara aunque sea un poco la artritis. 

Maripili no podía aceptar el que todos los años se hiciera a Francia el viaje, pues estaba indignadísima con los franceses desde lo de Roncesvalles, en que «si no les hinchamos a pedradas se nos cuelan en el país como de costumbre», «porque el sol de nuestra nación les llama la atención y continuamente están intentando meterse en España haciendo turismo barato», y si no hubiera sido -reflexiones de Rosarito- porque se organizaron tres o cuatro guerras a cuenta de ellos para que se fueran, aún estarían aquí, «y si no que se lo pregunten a Palafox, al Empecinado o a Daoíz y Velarde». Y desde lo de los Cien Mil Hijos de San Luis, «que ya eran hijos, ya», ni siquiera nos dejan sitio en las playas, continuaba Maripili. 

A pesar de todo, durante el curso Doña Purita enseñaba francés al mismo tiempo que nos preparaba para el viaje, instruyéndonos sabiamente en cómo hablar con los franceses «para no hacer el ridículo en Francia» y por si alguien nos preguntaba algo en la rue

Por eso aprendimos cosas tan importantes como «je ne suis pas employé chez Peugeot (2)» o lo de «j'ai un disque de Montand», o lo de «Comment s'appelle l'amie de Paul?», por si nos preguntaban algo así cuando fuéramos de tiendas o cuando estuviéramos rezando en la gruta de la Virgen. 

El viaje a Lourdes fue un exitazo. Fuimos en un autocar de los grandes y lo pasamos de fábula. Cantamos durante todo el trayecto. Los cantos, ya se sabe, a iniciativa de la maestra, además del «Ave, ave, ave María», unas cuatrocientas veces (por ensayar), lo del «Ay señor conductor meta marcha, meta marcha,...» que interpretamos por lo menos otras ciento y pico de veces porque al chofer, un señor muy amable, por lo visto pareció gustarle, probablemente no lo había oído nunca. Para ensayar el idioma francés cantamos también, siempre dirigidos por Doña Purita, lo de «Alouette», el pájaro ese francés que pierde plumas, pico, boca, y todas las cosas hasta que ya Doña Purita, cuando comenzaba a perder cosas que no debíamos pronunciar, a pesar de la insistencia de algunos en continuar cuando se estaba en lo mejor, decía que «basta, que ya está bien de cantar en francés».

Al llegar a la frontera empezamos a ver a los franceses de Francia, que hay casi tantos como en España, que ya es decir. Vimos pan francés, queso francés (llamado Fromaje por Manolín), fuagrás francés, tortillas francesas y otras muchas cosas características de Francia.

En Lourdes lo que más hicimos fue beber agua de la buena, de la que sana milagrosamente a todo tipo de enfermos. Bebimos en cantidades suficientes como para no tener ni tan siquiera una gripe en toda nuestra vida. Doña Purita nos decía continuamente lo de «bebed, bebed a ver si así os salen los demonios del cuerpo»

Más tarde vino lo del agua del cielo, pues empezó a llover y así fue como nos tragamos toda el agua de Lourdes, la de dentro y la de fuera. La de la fuente, la de las garrafitas y la de las nubes. 

Vimos también cómo todas las tiendas, los negocios, los supermercados, los comercios profanos y religiosos, y hasta los bares, restaurantes y cafeterías de Lourdes se dedican al negocio del agua, vendiendo en garrafas el agua milagrosa, y paraguas y chubasqueros para los que van a Lourdes a curarse, a mojarse por dentro y por fuera, y a aprender francés como nosotros.

Lo más divertido fue lo de Pepillo, que intentó establecer relaciones amistosas con una francesita, y como se había llevado el libro de texto por si acaso, se refrescó la lección tercera y se dirigió a la primera niña que vio y le dijo la frase que encontró más a mano en el libro, por si colaba: «ils vont a Versailles chez un ami pharmacien». La francesa, aparte de no ser francesa, sino catalana de Tarrasa, le dijo que no le importaba nada, y que si queríamos ver a nuestro amigo farmacéutico en Versalles, «allá vosotros y que os parta un rayo».

 También fue digno de mención lo de Mariloli y Manolín que preguntaron a un viandante por un buzón de correos para echar la postal que le enviaban a sus familias respectivas. Y no supieron explicar porqué les pasó lo que les pasó, pues o no dieron con la frase, o la pronunciaron mal, o el francés al que le preguntaron no sabía francés, o tal vez no era ni siquiera francés y se hizo el sueco. El caso es que les dirigieron, muy amablemente por cierto, a los servicios de señoras y de caballeros respectivamente.


(1)  ¡Vamos, vamos! (N. del T).

Obsérvese el ingenioso juego de palabras que el autor realiza con el fin de dar un mayor énfasis al relato. No solamente el título hace referencia al Himno Patrio francés, para dar a entender la importancia de una cultura como la del país vecino, sino que además, en un alarde de reflexión idiomática y literaria, quiere resaltar el sentido de marcha, de camino a recorrer, de viaje de estudios, de respuesta religiosa y de capacidad de liderazgo de Doña Purita.

(2)  Como en este caso la traducción es lo de menos, si hubiera lectora o lector interesado en descubrir lo que se dice en lo párrafos escritos en el idioma de nuestros vecinos, puede recurrir al diccionario, al Assimil-1 o a algún amigo francés de buena voluntad que se preste a traducir semejantes estupideces. (N. del T.)


© Enrique Martínez-Salanova Sán    n bn chez