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Troyas no hay más que una

De cómo don Honorato y doña Purita, en una arriesgada operación de convivencia, logran una filmación escolar que anduvo entre la lírica, la comedia y la épica, cuando se pudo llegar a la tragedia

 

Los dibujos son de Pablo Martínez-Salanova Peralta

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine/Glosario de cine


 

 


Nunca pudo imaginar don Honorato que un concurso de audiovisuales escolar, con aires de educomunicación, realizado con fines exclusivamente educativos, adquiriera proporciones épicas y generara uno de los mayores conflictos que se conocen desde que la escuela es escuela.

Es de suma importancia que niños y niñas convivan en igualdad en las aulas. A don Honorato lo habían convencido sobre el particular en el último curso «para maestros» que realizó con el fin de ponerse al día y, por qué no decirlo, para lograr ciertos méritos de cara a cobrar un poco más cuando cumpliera el nuevo sexenio profesional. Ya don Honorato aplicaba desde años atrás algunas de las ideas sugeridas para una mejor convivencia, a instancias de doña Purita, luchadora incansable por derechos propios y ajenos.

Don Honorato, es necesario tenerlo en cuenta, debió efectuar un recorrido personal e ideológico que le llevó décadas, o sexenios, pues en poco tiempo pasó de ser maestro solamente de niños, con aquellas batallas del conocimiento ancestrales en las que competían romanos contra cartagineses, arapajoes contra mohicanos…. Y de pronto, y sin mediar preparación ni aviso alguno, por decreto, niñas y niños se unieron en las aulas. La primera desazón didáctica de don Honorato, aparte de controlar los primeros jolgorios que se crearon, fue poner en lid a niñas contra niños, amazonas contra etruscos, que le resultó un fracaso total y un cúmulo de problemas. Las amazonas, aunque fueron varias las batallas, dominaron siempre con creces a los etruscos.
Las protestas de algunos niños, severas recriminaciones de la asociación de padres y madres, o de madres y padres como exigía la madre de Manolín, una reconvención de Doncarlosmari, el director, y los consejos de doña Purita, lograron que don Honorato, no sin reticencias ni miedos, decidiera un día realizar una batalla del conocimiento. En la contienda, en la que participaron niñas y niños, revueltos, divididos en dos cohortes que, tras asambleas, votaciones y discusiones, en la porfía se impuso Maripili que decidió poner nombres de animales de la selva, adelantándose tal vez a la dura refriega que se avecinaba, la lucha por la supervivencia de las especies. Leones y leonas contra tigres y tigresas.

«No todo es competir, que lo importante es participar, y en la formación de la infancia es mejor la cooperación que la lucha», decía doña Purita, y lo repetía tantas veces y con tanta insistencia, que toda la clase finalizaba la frase y coreaba la sentencia, a veces con excesivo griterío. Doña Purita propuso a don Honorato dejar la ancestral pugna de los dos bandos, por algo mucho menos competitivo, más igualitario y con mayores posibilidades de participación de todos. La idea primordial fue realizar un intento de colaboración entre varios grupos, muy de moda en las nuevas insistencias teóricas de la didáctica pero que entrañaba, como se verá, varias y dramáticas dificultades. El resultado fue un concurso.

En teoría, don Honorato lo tenía muy claro, se lo decía su sentido común, lo había leído en textos especializados, y lo explicaron con soltura y erudición en un curso de formación y reciclaje. Sin embargo, la realidad era otro cantar, y años de experiencia le impelían a sentir que las cosas no eran tan sencillas, temía lo peor, los conflictos entre niñas y niños le ponían nervioso. Aún así aceptó las sugerencias de doña Purita, se puso manos a la obra e inició lo que más tarde se convertiría en una contienda de proporciones épicas.

Y comenzaron a trabajar en grupos. Cuatro grupos, esta vez con nombres de héroes del celuloide, «Brad Pitt» (idea de Rosarito), «Pato Donald» (idea de Manolín), «Messi», que no era del celuloide, pero no hubo manera de hacer cambiar de idea a Ricardito, y «Anjelina Jolie», idea de Mariloli. Los grupos se formaron no sin problemas, lloros y alguna zancadilla. Una vez organizados los equipos, aún hubo sus más y sus menos. Lo más grave fue el rapto de Maripili por el grupo de Rosarito, eran amigas, y además a Abdulá, de su grupo, le gustaba la secuestrada. Maripili, en el primer sorteo, era del grupo de Mariloli y Agustín, es decir, del «Anjelina Jolie group», como quisieron llamarse.

«Aquí se va a armar la de Troya», una reconvención de doña Purita con mención expresa, gesto adusto y dedo índice en posición de amenaza, decidió en cuestión de segundos el argumento de todos los guiones cinematográficos. Una recreación realista, histórica, fiel a Homero, divertida, lúdica y creativa de la Guerra de Troya.

Los cuatro grupos lo decidieron, y Maripili decidió con presteza que ella interpretaba a Helena de Esparta ya que, tras abandonar a su grupo inicial y ser raptada por Abdulá, que se convertía inmediatamente en Paris, hijo del rey de Troya, fue uno de los gérmenes de todo el conflicto. Y ahí comenzó la actividad, la Guerra de Troya y el conflicto escolar que reseñan las crónicas.

Todos los protagonistas de acuerdo, aun con sus más y sus menos, se pusieron manos a la obra.

Y como no podía ser menos, toda la escuela tomó partido y de una forma o de otra colaboró, se implicó o sufrió con aquella conflagración. Intervinieron varios profesores, además de los verdaderos iniciadores, doña Purita y don Honorato, don Prudencio, aunque ya estaba para jubilarse, don Olegario, experto en nuevas tecnologías, que daba el toque joven, experto y erudito al Olimpo; allí estuvo al pie del cañón también la infaltable, la madre de Manolín, colaboradora necesaria en cuanto se hiciera en la escuela, e ineludiblemente pegada a su vástago. Acompañaron al Olimpo, con intervenciones a favor de unos u otros, Paquita, la conserje, Matilde, sobrina de doña Purita, Arsenio, del personal de limpieza, y Jacinto, de seguridad.

Y varios días antes se organizaron los grupos y todos leyeron un resumen de la guerra de Troya, y tomaron posiciones, repartieron papeles, no sin luchas internas, deserciones y escaqueos, al igual que en la misma contienda que relató Homero; algunas mamás hicieron disfraces, se buscaron pelucas y barbas, armas de juguete de todas las épocas de la historia, incluidas flechas, escudos, cascos y la ametralladora que llevó Ricardito por si colaba.

Por resumir un poco, y no hacer de esto una Ilíada completa, los combatientes se agruparon de la siguiente manera.
El grupo «Pato Donald», se constituyó como ciudad de Troya, y sus componentes se hicieron guerreros troyanos. Se hicieron fuertes en el aula, bajo las órdenes de Manolín, Príamo, que recibió a Maripili, la raptada Helena de Esparta, y que era ayudado por Abdulá/Paris, el raptor, «el deiforme» según Homero, pues era muy guapo. Mariloli se adjudicó el papel de Artemisa, desde que se enteró que los antiguos griegos la llamaban Diosa de los animales, y ella tenía un gato y un hámster. Eduard Wellington, se adjudicó el papel de Héctor, el principal héroe troyano, «el de tremolante penacho», hijo del Príamo, rey de Troya. Hermes lo quiso hacer Pepillo, Héleno, el vidente que cóntó a Odiseo los secretos de Troya, se le adjudicó a Gutierrez y Akira, un experto en filmaciones, se encargó de llevar a la posteridad en vídeo la gesta que estaba a punto de producirse. La misma doña Purita, en su papel de Afrodita, se puso a disposición de los troyanos, junto a la mamá de Manolín que asumió el rol de Apolo y que no podía faltar junto a su retoño. Hizo para su hijo un casco digno de un rey y para los demás un bizcocho de chocolate. El casco también parecía una tarta de chocolate.

Los aqueos, es decir los «Messi», fueron mandados por Ricardito, en su papel de Agamenón de Micenas «señor de anchos dominios». Junto a él estuvieron con fidelidad su gran guerrero Gustavín, que hacía de Ayax, junto a Arturo, «Arturito o Arturete el torete», que ejerció de Menelao de Esparta, el que fue traicionado por Helena. Con ellos estaba también Maricarmen, o Clitemnestra, mientras Mijaíl (el otro Mijaíl), filmaba a las aguerridas huestes aqueas y sus valerosas hazañas. La sobrina de doña Purita, Matilde, que nunca faltaba, asumió el papel de la diosa Hera, ayudada por Arsenio, del personal de limpieza, que actuaba de Hermes, el correveidile del Olimpo.

El grupo «Brad Pitt», se hizo cargo de las huestes de Aquiles. Por supuesto que Rosarito se convirtió en el mismísimo Aquiles, «el de los pies ligeros», «¿y qué?», dijo Rosarito, si el mismo Aquiles, contaban los libros, para escaquearse de la guerra de Troya se disfrazó de mujer?» (Nota 1). Su amigo Mijail Bodganov fue Patroclo, el gran amigo de Aquiles. Fátima, a la que le fascinaba el cine y la fotografía se encargó de las filmaciones del grupo. Paquita, la conserje, se convirtió inmediatamente, a efectos prácticos, en Atenea, la diosa que ayudaba a los guerreros a preparar sus disfraces y les proveía de bocadillos y chucherías y visto el casco que la madre de Manolín le hizo a Manolín, Paquita le hizo otro, más grande, con más perifollos y dorados a Rosarito/Aquiles, para que descollara sobre los guerreros de todos los bandos. Don Prudencio, el profesor mayor que ya estaba casi para jubilarse fue propuesto por don Honorato como asesor literario en el grupo y evitar así los desmanes propios de la imaginación de Rosarito.

Y por fin estaban los adeptos a Odiseo, Ulises para los amigos, el grupo «Anjelina Jolie». Ulises, «fecundo en ardides», fue Agustín, Mariloli se adjudicó por su cuenta el papel de Diómedes, para estar cerca del jefe y, desde el Olimpo, los ayudaba don Olegario, el joven profesor experto en aparatos tecnológicos, que asumió el papel del dios Hefesto «el manitas», y era ayudado por Jacinto, personal de Seguridad, como Poseidón, el dios de las aguas. Todo lo filmaba Akira.

Y dio comienzo la guerra, o la filmación de cuatro videos a la par, casi lo mismo, con cuatro diferentes ejércitos enfrentados entre ellos, todos contra todos en realidad, en los que el desarrollo de los acontecimientos fue mucho más confuso aún que lo que pasó en el poema de Homero, aunque en un contexto diferente. Intervinieron todos los protagonistas de estas historias, ayudados, frenados, orientados por unos confusos y asustados dioses del Olimpo, que dudaban de si aquello no acabaría como Troya, si no se habían metido en un pozo sin fondo.

Y representaron y filmaron, buscaron posiciones estratégicas en diversos lugares de la escuela, los aqueos propiamente dichos, en el patio del colegio, en la pista de baloncesto, los de Aquiles, que hicieron la guerra por su cuenta, se fueron a la puerta de entrada, para estar más cerca de la salida por si cambiaban de opinión sobre su intervención en la contienda; los troyanos fueron cercados en el aula, y los de Ulises, que siempre iban y venían a su antojo, deambulaban por todo el recinto. Mijaíl filmaba a los aqueos, Akira, que aprendió a filmar desde pequeñito, filmaba a los troyanos, Fátima filmaba a los de Aquiles y Kumiko a los de Ulises.

El primer día de filmación, aparte del caos bélico, los mismos guerreros solucionaron a su modo el primer dilema que se planteó don Honorato: ¿cómo filmar cada grupo una guerra en la que los actores se entremezclaban entre sí?. Cada equipo filmó lo que quiso, se disfrazaron como les apeteció, interpretaron a Homero a su antojo, se divirtieron como monos, los cámaras filmaban sin ton ni son, mezclándose entre ellos. Los aqueos, con Ricardito/Agamenón a la cabeza, entraron en el aula de Troya, los troyanos, capitaneados por Héctor/Eduard Wellington, expulsaron a los aqueos y llegaron hasta su territorio, la pista de baloncesto, y a poco estuvieron de destruir sus tiendas si no hubiera sido por Gustavín/Ayax y porque llegó Mijail Bodganov/Patroclo, el gran amigo de Aquiles, pero que en esos momentos se alió con los aqueos, y ahí se creó mayor confusión aún pues cuando Maricarmen/Clitemnestra quiso echar a Patroclo de aquella batalla por ser de otra facción, debieron intervenir los dioses, esta vez doña Purita/Afrodita para decir que Homero lo escribió así y que no se podía enmendar la plana a un escritor de su talla.

Y Aquiles y sus huestes entraron en el aula a combatir troyanos, que se defendieron, con Héctor/Eduard Wellington a la cabeza, y bajaban y subían, entraban y salían, se morían unos antes de tiempo y volvían a filmar la escena, los cámaras, ayudados por el Olimpo entero, Zeus/Honorato, pues no olvidaban los dioses y diosas del Olimpo que aquello, además de una filmación festiva, era un hecho educativo, y que las tecnologías había que utilizarlas con ese fin, a pesar de sus riesgos.
Mientras los dioses del Olimpo intentaban mediar entre los contendientes al mismo tiempo que ayudaban a unos o a otros, se filmaba una escena tras otra, en los mismos lugares y sin ton ni son, y así transcurrió aquella jornada memorable, en que Patroclo/Bodganov se puso el casco de Aquiles/Rosarito, aquel casco que había hecho Paquita, y los aqueos expulsaron a los troyanos de sus territorios, y Patroclo/Bodganov, al que confundieron los troyanos con Aquiles/Rosarito, debió luchar contra Héctor/Eduard Wellington, que le ganó en una batalla llena de incidentes, y falleció Patroclo/Bodganov entre agonías y miradas en blanco, al estilo de Hollywod, y Fátima, Kumiko, Mijail y Akira, filmaron todos a la vez como desaforados a un Bodganov lleno de sangre/salsa de tomate, y Héctor/Eduard Wellington se quedó con el casco de Aquiles y se lo colocó entre aplausos de los suyos, y Aquiles/Rosarito desafió a Héctor/Eduard Wellington y lo venció, y todos gritaron aplaudiendo a Rosarito. Y más tarde una flecha dio a Aquiles/Rosarito en su talón, y Rosarito cayó al suelo, y representó tan bien su papel, entre gemidos, estertores, estiramientos de piernas, le cambió el color hasta el verde, que los dioses del Olimpo, lívidos, se acercaron todos y la intentaron reanimar mientras don Honorato decía, «corten, corten...», y la fallecida Rosarito se levantó sonriente e hizo una inclinación teatral de agradecimiento, recuperó inmediatamente el color y levantó las manos como los púgiles cuando dejan KO al adversario... y Rosarito se llevó los aplausos, es decir que la fallecida fue la heroína mientras el vencedor, Eduard Wellington/Héctor era abucheado hasta por los suyos.

Y pasó el tiempo, y pasaron los días, las filmaciones fueron un día a la semana, en cuatro semanas, y ya los contendientes y los dioses, estaban hartos de guerra, de disfraces, de peleas y de agobios.... fue entonces cuando Odiseo/Agustín, «fecundo en ardides», habló por primera vez del caballo de Troya: «¿y el caballo de Troya?», dijo. Todos sabemos que una Guerra de Troya sin caballo es como un jardín sin flores, por lo que fue suficiente para que Zeus/don Honorato diera por finalizada la guerra, «sin caballo», dijo.

Don Olegario, el profe nuevo sugirió que lo del caballo lo podrían hacer con un montaje, «chroma key», o algo así, que con buscar un caballo de Troya en Internet, él ayudaría a montarlo e introducirlo virtualmente en la historia. Don Honorato, ante algunos conatos de protesta, «queremos un caballo grande, de madera», que dijo Mariloli, dijo que, «con un caballo virtual, vale, que así se hizo en El Señor de los anillos», y cerro toda posible discusión y se ahorró horas, días de sufrimientos y pesadumbres.
Y don Olegario se puso manos a la obra, organizó las filmaciones... un caos que supo solucionar con pericia, secuencias filmadas varias veces, faltas de racor, niños griegos o troyanos, que debieran estar muertos y ahí estaban, vivos y coleando, dioses del Olimpo que se entrometían en exceso.... Puso especial enfasis en lo del caballo, que quedó muy bien, tras una batalla campal. La obra de Homero, la filmación de un mes, quedó reducida a diez minutos en su montaje.

Tras toda guerra de Troya que se precie viene una odisea, La Odisea, la que pasaron los maestros tras el certamen, los montajes imposibles de don Olegario, dar explicaciones a inspección, entrevistas en la radio y en la tele, memorias, informes, explicaciones a la asociación de padres... pero como en toda Odisea, puede haber finales felices, el recuerdo que se llevaron los irresponsables, que lo colgaron en las redes, que fueron felicitados por familiares y amigos, y, sí, la clase quedó imposible, así son siempre los resultados de una guerra, algunos pupitres rotos, la pizarra con letreros alusivos a los maestros, los pinturetes de doña Purita desaparecidos en los rostros troyanos que se pintaron como arapajoes, pero quedó en el recuerdo para siempre, y nunca se sabe cómo surgen ni para qué los recuerdos de la infancia en la edad adulta.
Y además, que nos quiten «lo bailao».


 Notas

Un adivino auguró que nunca podría ser conquistada la ciudad de Troya sin que Aquiles participara en la batalla. Su madre Tetis, sabiendo que Aquiles moriría si iba a Troya, lo disfrazó de mujer en la corte del rey Licomedes en Esciro. Odiseo descubrió a Aquiles entre las mujeres y consiguió así que participara en la expedición. Su madre, Tetis, con la esperanza de protegerle, cuando era un niño lo bañó en la laguna Estigia, haciéndolo invulnerable excepto en el talón, por donde lo sujetó. Era lo que hoy se llama una madre superprotectora, cosa que no hace bien a los niños, y menos cuando nacen en tiempos de guerra de Troya.