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Lo verdaderamente lúdico del audiovisual es producirlo

Es imprescindible que, desde la infancia, propongamos miradas diferentes

Entrevista realizada para la "Revista Cabiria" por Carlos Gurpegui

Publicada en Cabiria, Cuadernos turolenses de cine, nº 13, 2019

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía


Carlos Gurpegui. Madrid

Enrique Martínez Salanova es un educomunicador que disfruta con curiosidad y pasión cada fenómeno plástico y visual. Siempre ha tomado como reto el incorporar las herramientas que cada década nos ha ofrecido la tecnología. Para el experto, la creatividad es piedra filosofal de los aprendizajes y cómo no, de nuestra forma de ser y estar en el mundo. Sepamos un poco más de él a partir de algunos de sus referentes y proyectos.

 —Aunque no quiera oírlo, usted es un gurú de la educomunicación, un precursor y pionero preocupado y ocupado.

—Cuando se llevan muchos años, décadas, sin cejar, sin parar un segundo en el empeño, y se ha conocido a alguno de los pioneros de la educomunicación, queda algún poso y, aunque no se quiera, puedes convertirte en persona de referencia. Lo cierto es que no me gusta ser gurú de nada ni de nadie. Simplemente ayudo, comunico, apoyo, y siempre aprendo.

 —Residente en Almería aunque viajero empedernido en compañía de su inseparable Ilda Peralta, profesional también en estas lides.

—Llevamos muchos años en esto, en Madrid primero, en Chile, donde conocimos y tratamos a Paulo Freire, Argentina, donde tuvimos la oportunidad de trabajar en la educación y con los inicios de las nuevas tecnologías de la comunicación, Mario Kaplún entre otros, y nuestro esfuerzo constante, hemos viajado más por trabajo que por turismo, aunque sí, cuando se viaja con los ojos abiertos y la curiosidad alerta, nunca falta gente en el camino que te alegre y te enseñe.

 —¿Somos lo que vemos? ¿Cómo ha cambiado nuestro aprendizaje con la mirada?

—Somos en parte lo que vemos, sí. Simplemente buscar un encuadre mejor con una cámara ya produce un cambio en el punto de vista, una selección de la realidad y una manera de procurar una mejor comunicación, pues el cerebro, y el alma, deben ponerse en la piel de quienes van a ver, y exige cambios en la intencionalidad de quien emite, en la forma de presentación, y hace mutuas las miradas, algo que es clave en la comunicación y la educación. Y la didáctica, la forma de trasmitir, produce también cambios en quien emite y en quien recibe. Por eso es tan importante que miremos y veamos mucho, que decidamos nuestras miradas, que valoremos lo mirado y lo visto, que trasmitamos con imágenes y gestos… aprender haciendo, aprender viendo. Es imprescindible que, desde la infancia, propongamos miradas diferentes, y procuremos que los niños fotografíen, filmen, dibujen y difundan. La mejor forma de aprender a mirar es producir imágenes para otras personas.

—Recientemente ha participado en la guía didáctica del Gobierno de Aragón sobre Buñuel en el laberinto de las tortugas, escribiendo sobre el autor calandino. La presentaron en Madrid, en la Academia de Cine. ¿Qué mensaje tiene el cine de don Luis para las generaciones actuales?

—Buñuel propone otra forma de observar, el realismo surrealista, por el que apuesta y se arriesga, la mirada inconformista, rebelde, del crítico que tuvo que huir y fue censurado, algo que imprime carácter, que enseña a continuar, a pesar de las dificultades. Buñuel mostró otras realidades y diferentes puntos de vista, una visión crítica de la sociedad burguesa y una reivindicación de la sociedad olvidada.

—Una pasión confesable es su reconocimiento absoluto a la figura de Segundo de Chomón.

—Lo capté en algún momento de mi adolescencia cinematográfica y, como siempre, busqué de él en enciclopedias, con poco éxito, pues apenas se decía en ellas nada de él. He sido siempre muy tozudo, y desde ese momento Segundo de Chomón fue pieza de caza para mí, y paulatinamente logré hacerme una idea de su figura y de su talento y habilidades. Cuando descubrí que en los créditos de Napoleón, 1927, de Abel Gance, en donde tuvo mucho que ver, no constaba, removí lo que pude hasta encontrar datos y descubrir sus principales aportaciones al cine. Ahora se le conoce y valora y hay mucho escrito sobre él. Algo he contribuido a apreciarlo.

 —Imagine a Chomón de autor y productor en los tiempos actuales. ¿Sería amigo de Tim Burton, Steven Spielberg o Guillermo del Toro?

—Chomón hubiera trabajado con los tres muy a gusto, aunque posiblemente se hubiera sentido más identificado con Tim Burton y su capacidad para trabajar con objetos en movimiento, superar dificultades y no parar nunca de aprender. Los tres, los cuatro contando a Segundo de Chomón, tuvieron una vida profesional muy variada, dura, creativa, de aprender siempre y de todo, perfeccionistas, en la búsqueda de nuevos caminos. 

—Participó en TVE en un debate sobre Historia y cine español junto a Julio Llamazares, Fernando Méndez-Leite y Javier Ocaña. ¿Qué conclusión podría compartir de este cruce de saberes?

—Para mí fue magnífico. A Julio ya lo conocía y al resto los seguía hace años. Siempre es interesante estar con quienes saben mucho más que tú, de quienes aprendes y a los que además siempre puedes enseñar algo. El cine es infinito y de múltiples miradas, y de cada mirada se aprende.

—También en el programa La Aventura del Saber, presentó la Revista Aularia de la que es director, un compendio siempre de prácticas y experiencias educomunicativas.

—He estado varias veces en La Aventura del saber, siempre es agradable. Expliqué cómo Aularia presenta experiencias realizadas en las aulas, en los medios, con los medios, entrevista y busca a quienes pueden contar lo que hacen. Es muy importante animar a otras personas a hacer algo más, a reflexionar sobre su actividad y a poner a disposición las tecnologías y los métodos de quienes aprenden. Aularia difunde experiencias y anima a llevar la comunicación a los sistemas de enseñanza.

 —Poco se habla de las responsabilidades socializadoras de los medios de comunicación.

—La responsabilidad de la educación es de toda la sociedad, también de los medios de comunicación. Quienes tienen el poder mediático deben asumir su papel educador, la verdad en la información, la diversión respetuosa, la solidaridad, la opinión crítica, la atención a la diversidad, y no solamente en los contenidos sino, y lo que es muy importante, en los modos y en las formas.

 —Usted afirmó que la educomunicación ayuda a dirigir la mirada hacia los principales problemas del mundo: la participación de todas las personas, la defensa de los derechos humanos, la multiculturalidad, el medio ambiente, la paz, la libertad de expresión y de comunicación, la equidad... quizá sea todo ello nuestro principal legado.

—Me desconcierta ver que muchos de mis compañeros que se llaman educomunicadores, solamente se refieren a las nuevas tecnologías y a los instrumentos que la mayoría de las veces son pasajeros. Es mirar los árboles sin ver el bosque. La educomunicación posee unas claves que deben trascender lo instrumental, que hay que apoyar, por supuesto, pero sin olvidar que educar es ayudar a cambiar la sociedad. Comunicar y educar tienen finalidades paralelas a veces, complementarias otras, es imprescindible que vayan a la par, siempre. La finalidad de la educación es cambiar personas, sociedades, mundos.

—Y la creatividad, la pieza clave necesaria para buscar soluciones de todo tipo, artísticas y sociales, conectadas y globales.

—La creatividad es la clave de la curiosidad, y por lo tanto de la ciencia, del arte y del aprendizaje. Es necesario aprender y adiestrar la creatividad para producir y para difundir. Cada día tenemos más medios a nuestra disposición, hay que ahondar sin embargo en la búsqueda de nuevas necesidades y de los caminos, métodos, técnicas y recursos para resolver problemas. Son infinitos los cauces para conseguir algo, la creatividad ayuda a buscar el más adecuado

—¿La multiplicidad de entornos reales y virtuales, ayudan o complican todo más?

—Algunos eruditos afirman que la excesiva información confunde. No tiene que ser así. Pienso que, como decía el sabio, lo importante es aprender a tirar del hilo adecuado, cuantos más hilos, más miradas, más posibilidades, mayor difusión, radial, vertical, horizontal, con feed back inmediato, que por mucho pan nunca es mal año, dice el refrán, pero hay que dosificar, elegir, lo que entraña mayor responsabilidad educadora, decidir la puerta por donde entrar y una vez dentro, aquella por la que es conveniente salir.

—Sus saberes son del siglo XX y XXI. El portal web de Cine y Educación, que fue premio del Gobierno de Aragón hace un par de años, es desde hace muchos años líder y todo un referente en el tema.

—Es una aportación, un resumen de lo que he trabajado y escrito en toda mi vida. La inicié cuando me di cuenta de que algún día me jubilaría y tendría que dejar las aulas. Me convertí así en educador en red. Hay que aprender a dar a conocer lo que se escribe o piensa, los libros quedan en los estantes, en las redes se difunde sin problemas. Una sorpresa para mí han sido los millones de visitas, la repercusión que ha tenido, lo que me ha obligado a ampliar, actualizar constantemente y a estudiar y aprender cada día.

—Cite dos películas favoritas en las que el cine retrate la vida en las aulas.

Hay muchas, muchísimas, por citar dos, “La lengua de las mariposas”, de 1999, dirigida por José Luis Cuerda, una soberbia película que refleja el mundo de las aulas durante la Segunda República Española, con sus éxitos y sus fracasos; y “Anina”, de 2013, dirigida por el uruguayo Alfredo Soderguit completamente diferente, de dibujos animados, las aulas en estado puro desde el punto de vista de una niña creativa.

—Comparta un par de películas de su niñez y adolescencia.

—La primera película que recuerdo haber visto en el cine, con unos cuatro años, y que me impactó, Garbancito de la Mancha, de 1945, dibujos animados del franquismo, dirigida por Arturo Moreno, falangista, dibujada y coloreada por presos republicanos, a alguno de ellos los conocí décadas después. En la adolescencia me impactó Psicosis, de Alfred Hitchcock, que me quitó el sueño y me aportó análisis, creatividad y lenguaje.

Homo ludens, ¿qué aspecto de lo lúdico permanece en el audiovisual, crezcamos lo que crezcamos?

—Lo verdaderamente lúdico del audiovisual es producirlo. Nos divierte verlo, pero más hacerlo, filmar, montar, dar sonido, difundirlo… Es un juego maravilloso en el que se puede hacer participar a muchas personas, de cerca y del otro lado del mundo. Los niños, desde muy pequeños, pueden ya iniciarse en el audiovisual con el móvil. Y las personas mayores, perdemos la oportunidad, generalmente, de disfrutar produciendo nuestras propias películas.

—Una película actual que le sorprendió ha sido… “El círculo”, Dayereh, película iraní de 2000, dirigida por Jafar Panahi, una especie de círculo vicioso sobre la situación de la mujer, que va de una a otra, hasta cerrarlo en una situación terrible. La presenté en un ciclo de cine y Derechos Humanos y nos dio para hablar durante horas. Por Jafar Panahi, preso durante muchos años, hemos abogado y clamado desde Amnistía Internacional.

—Una cinta que no tiene aplauso ni de crítica ni de público y que usted salvaría siempre de la quema sería…

En su momento salvé de la quema “El gran carnaval”, de Billy Wilder, de 1951, una magnífica película, de escaso éxito, que la crítica se encargó de silenciar pues es un duro alegato contra la manipulación de la información. Aún hoy bastante olvidada, por desgracia. La he paseado por el mundo.

—Si tuviera que hacer el remake de Fahrenheit 451, ¿que novedad incorporaría?

—Hubiera hecho un hueco en la nube y encarcelado allí al inventor de internet y, en vez de hogueras, pienso que con apagar las luces se hubiera solucionado el problema. Eso, para dejar intacta la filosofía del film original y su crítica al sistema. En un posible final diferente, actual, tal vez hubiera hecho que Clarisse y Montag se hubieran encontrado en la nube, en comunicación con el mundo, aunque eso sí, sin olvidar unos cuantos libros.

—¿Y qué cree que diría el Guillermo de Baskerville de El nombre de la rosa a los extraños tiempos que atravesamos?

Guillermo de Baskerville no hubiera dicho nada. Tras reírse a gusto de nosotros hubiera abierto una botella de vino tinto en la oscuridad de su celda, y se hubiera dado a la reflexión y al análisis de ese gran laberinto de las palabras y de la sabiduría que son las redes.