Guía docente

para la unidad didáctica de Infantil y Primaria «Vamos a contar bichos»

©Enrique Martínez-Salanova Sánchez y María Amor Pérez Rodríguez

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El puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine/Glosario de cine


Educar para ver El cine para los más pequeños La evolución de los pequeños
La Unidad Didáctica El cine en el currículum de Primaria Orientaciones sobre cómo trabajar el cine
La película Bichos Walt Disney Claves temáticas de la Unidad Didáctica

Educar para ver

 Los más pequeños entran en el lenguaje icónico, inconscientemente, desde la televisión y el bombardeo mediático, nada más nacer; un poco más tarde, el ordenador les inicia en el tratamiento imaginativo y les introduce en un mundo vertiginoso de imágenes y símbolos del que ya no se van a desprender mientras vivan. La imagen en movimiento posee para los más pequeños una extraordinaria atracción.

La familia y la escuela, todo el sistema educativo, debe abordar la problemática didáctica y de aprendizaje que exige el tratamiento de la imagen en el aula, puesto que en la Educación Primaria es muy importante el conocimiento y la interpretación de ésta, dada la cantidad de elementos icónicos que los medios y las tecnologías de la información y comunicación les transmiten. Además de la pintura, el dibujo, el modelado y las dramatizaciones, y otras formas de expresión y comunicación mediante imágenes más tradicionales, la fotografía, la televisión, el vídeo, y sobre todo, el cine, en nuestros días, constituyen el modo más habitual para el uso de este código, que ellos utilizan de manera profusa y a menudo inconsciente sin que la comunicación se realice con posibilidades adecuadas de respuesta.

En este sentido, parece necesario plantearse una educación de «sus miradas» a las imágenes que rodean e invaden su mundo para que puedan comprenderlas y al mismo tiempo sean capaces de comunicarse a través de ellas y les capaciten para el espíritu crítico en cuanto a sus mensajes.

Es por ello por lo que los objetivos que debemos perseguir estarían encaminados a:

Comprender las posibilidades de la imagen en movimiento, en este caso cinematográfica, como elemento de representación y utilizarla para expresar ideas, sentimientos y experiencias.

Expresarse y comunicarse produciendo mensajes diversos, utilizando para ello los códigos del lenguaje de la imagen.

Conocer los medios de comunicación que utilizan la imagen para la creación de sus mensajes, los contextos en los que se utilizan, de manera que puedan apreciarse críticamente.

Sensibilizarse ante la interacción de los sistemas de comunicación verbal y no verbal.

Nos centraremos en la utilización del cine por ser éste un medio de expresión y comunicación, con múltiples posibilidades, no sólo de transmisión, sino estéticas y plásticas, culturales, etc., basado en el uso de la imagen en movimiento.

Sobre el cine está casi todo escrito al mismo tiempo que todo está por escribir. El cine es movimiento, arte, historia, lenguaje, magia, música y documento. Responde con sus imágenes al crecimiento de culturas vivas, a los avances del mundo, a los descubrimientos tecnológicos y a los nuevos lenguajes. El cine se va adaptando a los requerimientos y gustos de nuevas oleadas de gente joven que acude a las salas con el deseo de entrar en contacto con relatos, problemas y modos de ser y de pensar que vayan con su tiempo. Al mismo tiempo, directores y realizadores jóvenes aportan experiencias frescas al arte cinematográfico construyendo estructuras comunicativas, que se adaptan a cada momento histórico y cultural. El cine antiguo cobra con los años dimensiones insospechadas al ser reflejo y documento de otras épocas. El cine, nuevo arte nacido a finales del siglo XIX, ha adquirido su madurez durante todo el siglo XX y nos sorprenderá con su creatividad durante éste. Las grandes empresas de la industria cinematográfica, presentan todos los años unos cuantos productos especialmente dirigidos a los más pequeños.

Por otra parte el cine compendia los elementos de la comunicación convirtiéndose en elemento insustituible, tanto como recurso didáctico y fundamento educativo para llegar a la investigación, como clave metodológica de los diseños curriculares vigentes y actividad fundamental en todos los niveles educativos, desde los iniciales hasta el universitario. Por todo ello es necesario que los procesos de socialización y de educación cuenten con él, desde el principio, como imprescindible elemento cultural.

Esta guía didáctica pretende que, siguiendo métodos y propuestas que se plantean en los actuales diseños curriculares, los niños y niñas de Primaria, puedan aprender a ver el cine, analizarlo, descubrir valores que quedarían ocultos de no tratarlos en el aula, y comenzar desde edad temprana a localizar los elementos que el cine aporta a la sociedad, desde una perspectiva de trabajo interdisciplinar que abarca contenidos de diferentes áreas.

Maestros y maestras disponen en esta guía, de un completo sistema de trabajo, al que se acompañan en forma de anexos documentos básicos sobre cada uno de los temas que trasversalmente pueden tratarse en las aulas, así como de otros documentos y orientaciones, sobre cine, temáticas complementarias y sugerencias para búsqueda bibliográfica y en Internet, que permitan entrar de lleno en la maravillosa experiencia cinematográfica. Los alumnos descubrirán el cine y lo investigarán, apreciando sus posibilidades de diversión y de aprendizaje, sus engaños y realidades, de manera que puedan ser sensibles a su arte, críticos con sus encantos e inves­tigadores de sus contenidos, su lenguaje y su historia.


El cine para los más pequeños

 La imagen en movimiento, sus mensajes, sus ideas técnicas y sus contenidos son elementos de indiscutible valor y de indispensable estudio en las aulas, como ya hemos planteado en la introducción. En la Educación Primaria es un contenido que se trabaja en varias áreas, plástica, lengua y literatura, conocimiento del medio… Pero además, es una de las estrategias interdisciplinares por excelencia, vía para lograr la transversalidad, y al mismo tiempo base para el análisis y estudio de cualquiera de las áreas del currículum. La especie humana ha dado movimiento desde la antigüedad a personas, objetos y animales, utilizando las sombras y los fondos, las pinturas rupestres y los bajorrelieves, la utilización de la óptica a finales del siglo XVIII e inicios del XIX y finalmente con la fotografía en movimiento, el cine, la televisión y el vídeo, la holografía y la proyección tridimensional, la realidad virtual, etc.

El cine refleja la totalidad, pues su fundamento es contar historias con tecnologías y lenguajes diversos a los tradicionales. El cine, como comenta MacLuhan en «El aula sin muros», complementa conocimientos, integra ideas y lenguajes. El cine puede hacer comprender mejor la vida, inicia a nuevos lenguajes y acerca a los más pequeños conceptos y valores difíciles de apreciar por los medios escolares tradicionales.

La imagen en movimiento es una de las ventanas al mundo con que cuentan los más pequeños, a quienes les absorbe el cine y su magia desde sus primeros días de vida. La primera experiencia cinematográfica de niños y niñas es generalmente duradera, con diferencia sobre cualquier otra representación icónica. La publicidad en televisión también ejerce sobre ellos una poderosa atracción. El cine aporta el movimiento y el concepto de secuencia, ubicado dentro de la temporalidad.

La motivación hacia el cine se genera fundamentalmente viendo cine. Todo se aprende desde el principio. Desde que el niño nace, ya en la familia, es conveniente que esté cerca del cine, ya sea en la tele o asistiendo a salas cinematográficas con sus padres. Hay que comenzar viendo películas entretenidas, en cada edad las correspondientes. Lo lúdico y festivo es diferente en cada edad, cultura y condición. Los más pequeños encajan mejor los dibujos animados. Disney es un buen iniciador. Sus largometrajes, y los cortos, tienen los ingredientes necesarios en dinamismo, color, música, cambio de acción y de estímulos suficientes para atraer también a los más pequeños. Las películas de dibujos animados contienen imaginación y tratan los temas con la libertad que no puede dar la imagen real, permitiéndose incongruencias y excentricidades, por extrañas que parezcan. El trazo, el color, y las formas caricaturescas tienen más parecido con la propia forma de expresión pictórica de los niños, haciendo posible relatar cualquier tipo de historia. El animismo, característico de la etapa en la que el niño se mueve, se ve refrendado por la fantasía y el color, la música y el ritmo, en donde cualquier cosa, objeto, figura geométrica, animal, planta, letra o signo se mueve expresándose como una persona.

El movimiento se expresa de infinitas formas, provocando la previsión de acontecimientos por parte de los niños, creando tensión y excitando la curiosidad y la creatividad, y logrando que, de manera intuitiva, se comprenda el paso del tiempo de manera secuencial.


La evolución de los pequeños

Piaget asegura que los niños asignan a los fenómenos, ya sean naturales, artificiales o seres vivos una conciencia que pasa por cuatro etapas:

 a) Hasta los seis o siete años la conciencia está ligada a todo lo que tiene una actividad cualquiera, aun lo que es inmóvil, por ejemplo, una piedra, sí se le desplaza o se le moja, lo sentirá. Es una etapa que se caracteriza por el «egocentrismo», pues el niño se centra en su propio punto de vista, producto de su experiencia personal y por la «centración» o capacidad de centrar su atención en un solo atributo del objeto o hecho.

Su pensamiento es estático, por ello, no puede realizar todavía operaciones –estadio preoperacional–, lo que significa que la imposibilidad de volver atrás en su pensamiento –irreversibilidad–, hace su razonamiento transductivo –analógico, comparativo; el niño procede «de lo particular a lo particular»–. Sería impensable pretender en esta etapa hacerle inducir o deducir en su razonamiento. Por todo ello tiende a asignar a los objetos o hechos que le rodean atributos psicológicos, tales como: vida, emoción, conciencia –animismo–, y a considerar los elementos o fenómenos de la naturaleza física como producto de la creación humana o de seres dotados de fuerza superior –«artificialismo»–.

 b) Desde los seis-siete a ocho-nueve años atraviesa la etapa en la cual es consciente solamente de lo que se mueve: los astros, las nubes, los ríos, el viento, los vehículos.

Piaget catalogó este período con una serie de aspectos clave tales como: el «artificialismo mitigado» por el que las cosas tienen un origen seminatural, semiartificial. No se encuentra todavía la razón de ser de las cosas, y a todo se asigna una relación con la elaboración artificial: Por ejemplo, las montañas las tallan los hombres. Sin embargo, a algunos fenómenos naturales les conceden el ser efecto de causa natural, como por ejemplo, el agua viene de la lluvia. Dan a los fenómenos atmosféricos o de la naturaleza causas curiosas que conocen por otras experiencia: alguien llena las nubes de agua, la luna la corta el viento, etc. Cuando algo no pueden explicarse rápidamente evitan dar hipótesis y reconocen que no se puede saber.

En esta etapa el niño se desprende del lazo exclusivo que le une a sus padres y del punto de vista propio o del yo, por lo que disminuye su egocentrismo (7-8 años), y descubre que los padres y después, los hombres en general, no son todopoderosos y no gobiernan el mundo. Se explica el descenso del artificialismo y del animismo, porque poco a poco va tomando una actitud más objetiva frente a las cosas, buscando explicarlas por sí mismas. Conforme el niño descubre que las cosas no son todas hechas por la especie humana, va descubriendo y originando para sí mismo «los mitos de generación» (Piaget): el sol ha salido de las nubes; el viento es acumulado para hacer una nube. Para después pasar de la generación a la identificación, cuando descubre que para que las cosas se muevan alguien o algo debe hacerlo, esto es, la diferencia entre dinamismo y mecanismo, por lo que los movimientos de la naturaleza se interpretan como mecánicos.

 c) De ocho-nueve a once-doce años son conscientes de que los cuerpos dotados de movimiento propio: los astros, el viento; las bicicletas carecen de conciencia, y es a partir de los nueve o diez años cuando puede decirse que entran en una etapa a la que Piaget llamó de «artificialismo inmanente», aunque pierden la idea de que la naturaleza es fabricada por el hombre asignan fines a cada fenómeno natural –finalismo–.

Los intercambios sociales dan lugar a un proceso de estructuración gradual o socialización, pasando de un estado de indiferenciación relativa entre el punto de vista propio y el de los otros a otro de coordinación de los puntos de vista y de cooperación en las acciones y en las informaciones.

d) Entre los once y doce años el niño se encuentra en el estadio de las operaciones concretas, en el que adquiere gradualmente la función simbólica, aumentando la interiorización de símbolos y una progresiva diferenciación entre significantes –palabras, imágenes– y significados –aquellos objetos o acontecimientos a que se refieren las palabra o imágenes–.

A partir de los once-doce años, hasta los catorce-quince años se localiza otro período del desarrollo intelectual del niño, en el que se construye una nueva estructura del pensamiento caracterizada porque el razonamiento puede ya ser deductivo, sobre proposiciones en las que todavía no cree –hipótesis–, pero de las que puede sacar conclusiones, en una nueva lógica que le permite entrar en todos los casos posibles.


©Enrique Martínez-Salanova Sánchez y María Amor Pérez Rodríguez